Isidro García Cigüenza: «Las semillas… en la Pedagogía Andariega»

Burra: ¡Otro cuento, señor arriero… ¡Por favor, otro cuento!

Arriero: Pero, Molinera… Esto es poco serio. ¿Qué va a decir de nosotros el señor Arenas, editor de esta publicación tan seria, si se apercibe de nuestra deriva hacia lo inverosímil y recreativo?

Burra: Pues que resultan más instructivas estas historietas que toda esa panoplia de “contenidos” que explican mucho profesores en escuelas e institutos… Al menos, a los niños y jóvenes, seguro que les conciencia de lo que está sucediendo. Y si lo hace usted caminado, aún les incentiva y lo aprenden mejor.

Arriero: ¡A lo hecho, pecho! ¡No se hable más: ahí va mi cuento…!

En un huerto cualquiera de la Vega de Granada lloraba una fruta, toda desconsolada.

-¿Qué te pasa, mujer? ¿Por qué lloras? –le preguntó una semilla viajera que, por pura casualidad y sin saber cómo, acababa de aterrizar allí mismo.

-¡Nada! ¡Déjeme! –contestó muy enfadada la Naranja, que así se llamaba la fruta.

-Perdona, perdona… Yo sólo me interesaba por ti. –se disculpó la semilla recién venida que, por cierto, se trataba de un “Villano de Diente de León”.

¡Ah! ¿Qué no sabes lo que es el “Diente de León”? Te lo explico. No, no se trata de un hueso canino o incisivo de tan temida fiera, sino de esa planta que termina en un globo blanco con muchos pelitos y que, a poco que soplas, se van sus semillas por el aire volando, como en un paracaídas. Sí, eso… ¡de un “abuelito”!

-No lo intente más, señora “Diente” –intervino en aquel momento otra semillita, la Acebuchina, hija de un familiar salvaje del olivo que había llegado un poco antes que ella, envuelta en la cagada de un pájaro-. ¡No hay quien la consuele! ¡Además, su motivo tiene para estar tan triste!

-¡Hola Acebuchina! ¡No te había visto! ¿Qué le pasa a esta criatura, si puede saberse?

-¿Qué le pasa? Pues que los humanos han toqueteado de tal forma sus genes en el laboratorio, que la han fabricando sin semillas.

-¿Sin semillas? ¡Qué disparate! ¿No saben que si le quitan las semillas a las plantas, las personas que las cultivan no podrán obtener naranjos…?

-Se trata de humanos muy listos los que hacen eso. Aspiran a tener bajo su poder todas las semillas de la Tierra. Quieren tener así el control de las plantas y lograr que nadie pueda disponer de ninguna de ellas si no se la compran a ellos. Y, claro, a la que venden les quitan previamente las semillas para lo mismo…

-¡Que hijos de la gran puñeta! Cuando he sentido llorar a esta criatura, tan bonita y perfecta como es, me he dicho a mí misma… “Pero ¿por qué llora esta naranja, con lo linda que es? ¿Con el color, tamaño y forma tan perfectos que tiene?”

-¡Ahí le duele, señora Acebuchina! –contestó la semillita Diente de León-. Precisamente ese es el engaño… Te presentan el fruto tan atractivo que parece estar diciendo “¡Cómeme! ” o, mejor aún: “¡Cómprame!” Pero al final: “Vanitas, vanitatis, todo vanidad” ¡Todo fachada! ¡Todo engaño!”. Porque observe usted el resultado: ni los gusanos la huelen y ni los pájaros la picotean. ¿Y sabe por qué? Porque se han dado cuenta de que ni sabe a nada, ni tiene una mala semilla dentro que echarse al buche!

-¡Esto no puede ser! ¡Debemos detener como sea tan perversas intenciones! ¡No podemos permitir que nadie nazca sin semillas dentro! ¡¡Huelga General! ¡Vamos a apoyar a nuestra amiga, convocando una Huelga General! –gritó el “abuelito”, levantando la voz y el brazo en alto.

-¡Eh! ¡Eh! ¡Un momento! Pare usted el carro, señor abuelo… -se dejó oír en ese momento una vocecita proveniente de una piedra enmohecida que yacía junto a un manantial próximo-. ¡Que yo no tengo semillas dentro y no por eso he dejado de reproducirme desde que el mundo es mundo…!

-¡Hombre, don Musgo! ¿Usted por aquí? ¡Qué alegría volverle a ver! –exclamó Acebuchina, siempre tan amable y acogedora-. Se trata… –dijo dirigiéndose ahora al Diente con voz queda y medio en secreto…- Se trata de don “Polytrichum”. Un caso raro… ¿sabe usted? Una planta prehistórica a la que no le va el sexo… Prefiere reproducirse mediante esporas en vez de por semillas…

-Sí –le contradijo en aquel momento la Naranja al Musgo, para asombro de todos-. Pero ese no es mi caso, señor Musgo. Mis padres no son briófitas como los suyos. Mi madre es Angiosperma y mi padre Gimnosperma, es decir, que se reproducen a partir de la fecundación de mi flor, el azahar. De ahí he salido yo, sí… pero, incomprensiblemente, sin semillas y, por lo tanto, sin posibilidad de reproducción… ¡Buahhhhhh! ¡Buahhhhh!

Y comenzó la Naranjita llorar de nuevo, ahora de forma más desconsolada aún.

-¡Pues sí que es una faena! –intervino de nuevo el “abuelito”-Llamemos a rebato al resto de compañeras. ¡Huelga General! Convoquemos una asamblea de semillas de todas clases sociales, razas y condición: agnósticas, religiosas, culturales, silvestres, briófitas, angiospermas…¿Qué más da? ¡Huelga General en apoyo de nuestra hermana Naranjita! Gritad conmigo: “¡Ano, ano, ano… el humano es un marrano!”

-Sí vale, pero en esa consigna mete usted a todos los humanos –protestó la Acebuchina… Y eso no es justo. Los hay que abusan de su poder, de su tecnología y de su capital para crear aquellos monopolios, pero también los hay concienciados con el problema y que, estoy segura apoyarán nuestra causa! ¡Y más aún si se trata de jóvenes y niños!

-Bueno, pues cambiemos el eslogan: “¡Monio,monio, monio, el monopolio es un demonio!” “¡Ar, ar, ar… el monopolio nos quiere asfixiar!” “¡Énico, énico, énico, abajo lo Transgénico!

Y así fue cómo, el llanto de una naranjita, consiguió que de forma inmediata se congregaran en aquel mismo lugar miles y miles de semillas.

¡Y era de ver! Allí había semillas pequeñas, enanas, grandes, afiladas, puntiagudas, redonditas, con doblez, sencillitas, ampulosas, comestibles, híbridas, negras, blancas, amarillas, con pintas y sin ellas, cascarosas, peliagudas, de hortalizas, de plantas silvestres, pesadas, volanderas, bombáceas, lauráceas, sapotáceas, burseráceas, duras, blandas, parásitas, saprófitas, simbióticas, procedentes de las dunas, del desierto, de los fríos polares, de la selva…; semillas bianuales, cuatrienales, de las que les gustan los muros, las rocas, el fondo de ríos y mares…; semillas bonitas, feas, elegantes, encogidas, aladas, piezudas y hasta cabezonas… En fin…, para qué seguir. Con decir que estaban todas, está todo dicho. Representadas por sus respectivos y respectivas líder…, sí, pero todas.

Molinera, lo siento mucho, pero no te puedo contar lo que, a continuación se habló en aquella Magno-Asamblea. Y no porque yo no quiera, sino porque justo antes de empezar, desalojaron la zona de periodistas, curiosos y demás personas ajenas a lo que allí se estaba cociendo.

¡Se trata de asuntos “intrínsecos” a la propia Naturaleza de las plantas” – nos dijeron en el comunicado que nos entregaron para justificar su secretismo.

Sin embargo, habiéndome subido al cerro más alto de la zona y agudizando el oído, pude apreciar que, tras la intervención apasionada de algunas de ellas, la Asamblea aplaudió, vitoreó y exigió reiteradamente, al unísono y de forma inequívoca: “¡Libertad de Creación!” “¡Libertad de Procreación” “¡Monio,monio, monio, el monopolio es un demonio!” “¡Ar, ar, ar… el monopolio nos quiere asfixiar!” “¡Énico, énico, énico, abajo lo Transgénico!

 

Isidro García Cigüenza

Blog personal ARRE BURRITA

 

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Isidro García Cigüenza

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