Isidro García Cigüenza: «Del ‘Sí, quiero’ al ‘Lo que tú digas, mi amor’»

Alumno: ¿Cómo ve usted la versatilidad social que estamos viviendo?

Maestro: ¿Te refieres a la crisis actual en cuestiones como el matrimonio, la precariedad laboral o la desconfianza en las Instituciones…?

Alumno: Sobre todo la precariedad educativa. Y ello, en cuanto a la durabilidad de los conocimientos, del cambio de valores y actitudes; del compromiso con las ideas, el nuevo rol del profesor, la enseñanza no presencial… En definitiva, por la precariedad de métodos y finalidades educativas…

Maestro: Sabemos que la historia de la Educación está plagada de períodos críticos en los cuales llega un momento en el que las premisas y estrategias establecidas pierden contacto con la realidad y que, de una u otra forma, exigen ajustes y reformas.

Alumno: Pero mi pregunta va referida sobre todo a cómo lo ve bajo el punto de vista de su Pedagogía Andariega.

Maestro: Resulta obvio que tratamos de construir una Pedagogía futurible. Un procedimiento educativo que, volviendo su mirada hacia la fisiología, la psicología y la forma de desenvolverse el ser humano, propugne formas y maneras adaptadas a las necesidades actuales (tanto personales, sociales o medioambientales…). Es un hecho que los retos presentes están golpeando duramente la esencia misma de la idea de educación. Que, tal como la concibió la Escolástica, el Renacimiento, la Pedagogía ilustrada o la Escuela Moderna, impartida asiduamente hasta hace tan sólo unos años, el asunto ha quedado obsoleto. Cada movimiento educativo ha tratado de adecuarse a su tiempo, es verdad; sin embargo, nuestro tiempo nos ha cogido tan desprevenidos que, hoy en día, las propuestas que nos parecían renovadoras (Montessori, Freinet o Paulo Freire…) quedan muy limitadas. Por otra parte, y a nivel familiar y laboral, cualquier compromiso a largo plazo se augura como un futuro cargado de obligaciones que van a restringir nuestra libertad de movimiento. En realidad se trata de un sometimiento a circunstancias ajenas a nuestra propia personalidad. De ahí el título del artículo: Del “Sí quiero”, al “Lo que tú digas, mi amor”. Una nueva propuesta pedagógica se presenta así como primordial, imprescindible y urgente.

Alumno: De hecho, nos hallamos inmersos en la llamada “Modernidad Líquida”. Una Modernidad donde la solidez de las cosas, como ocurre con la solidez de los vínculos humanos, se interpreta como una amenaza.

Maestro: “Modernidad… “¿qué?

Alumno: “Modernidad Líquida» digo. Se trata de una metáfora creada por el sociólogo Zygmunt Bauman, para explicar lo que está sucediendo en las sociedades actuales, marcadas por las economías capitalistas, la privatización creciente de los servicios públicos y la revolución tecnológica. A diferencia de los sólidos (que viene a equivaler a las tendencias vigentes hasta ahora), los fluidos se adecúan con enorme facilidad: “fluyen”, “se derraman”, “salpican”, “se vierten”, “se filtran”, “gotean”e “inundan”, sin que nada estorbe su movilidad ni su versatilidad.

Maestro: Movilidad, efectivamente, que, hablando ahora de los sistemas sociales vigentes, retroalimenta a los Poderes Globales que se están imponiendo. Poderes, a su vez, que intentan desmantelar las redes estables y sólidas en aras de una mayor y constante “fluidez”. A la postre, en eso radica su fuerza y la garantía de su invencibilidad. Vulnerabilidad, fragilidad, transitoriedad y precariedad que llevados al plano de las implicaciones sociales les permite actuar con total impunidad. ¡Cuánto más en las educativas! Eso precisamente es lo que tratamos de impedir con la Pedagogía Andariega: una filosofía anclada en la esencia del ser humano tal cual es. Una insubordinación contra la escolarización, contra la institucionalización y contra la legislación en vigor. Una conjura contra la pretensión de controlar a la población a base los cookies estandarizados aparentemente inofensivos. Una nueva lucha, casa por casa, contra esta insufrible “New power technique of contemporary ciety”, la nueva técnica de dominio de la sociedad actual… Una técnica donde la libertad se presenta como una forma de coacción y un mecanismo de poder inteligente, sutil, flexible e invisible. Una coacción que para más “inri” la comunidad escolar está interiorizando, sin ser consciente de que nos autoexplota y somete desde una sensación ilusoria de libertad. ¡Y los niños, justo en medio de la tormenta!

Caminando se aprende mejor

Alumno: ¡Eh, eh…., señor Isidro! ¡No se me venga usted arriba! Con la imagen que usted da de sí mismo ya manifiesta suficiente rebeldía: un viejo profesor que, asido al ronzal de una burra llamada Molinera, va caminando por veredas, de escuela en escuela, empeñado en explicar a quien quiera escucharle las bondades de una Pedagogía Andante basada en la observación, el diálogo, el caminar y la paciencia…

Maestro: Sobre todo en el hecho de caminar. Porque lo sencillo resulta a veces revolucionario, apreciado alumno. Bajo mi criterio, caminar es un arte. El acto de andar supone un método, una heurística, una proyección. No se puede pensar en aprender de verdad, crear e inspirarse si no es caminando. Caminando se pasea, se recuerda, se imagina, se canta para acompañarse. Caminar hace que brote en los labios de manera natural una poesía espontánea, palabras sencillas como el ruido de los pasos sobre la tierra. Andar revierte el tiempo. La marcha es una invitación a morir de pie, no sentado, tumbado o de rodillas. Caminar hace que prestemos atención no solo a tus propios pensamientos sino también al entorno, creando un estado superior de conciencia. Porque fuimos hechos para caminar, física y espiritualmente. Porque moverse por el mundo es un saber práctico. «Todos los pensamientos verdaderamente grandiosos se conciben al caminar», escribió Friedrich Nietzsche en su “Crepúsculo de los ídolos”. Porque caminar, en fin, nos reconcilia con la esencia humana: “Un outil idéal de formation personnelle, d’apprentissage par corps et tous les sens de l’existence, que diría Le Breton. El caminante, en su avance, inspira el mundo y lo hace suyo al respirarlo. Se exhala a sí mismo al devolver el aire formando parte del mundo. Porque es ahí, caminando, donde el mundo y nosotros nos encontramos…

Alumno: No siga, por favor. Le creo. Creo en su Pedagogía. De hecho estoy aquí, caminando y aprendiendo a su vera.

Maestro: El Nuevo evangelio pedagógico que Molinera y un servidor predicamos es bien sencillo, práctico y eficaz. ¿Cómo es posible, entonces, que seamos motivo de risa o, en el mejor de los casos, de indiferencia? El mensaje que transmitimos a niños, padres y profesores es elemental: desde que se alzó sobre sus patas traseras, el Homo Sapiens no ha hecho nada distinto a moverse de un lugar a otro. A veces invasor y a veces invadido, en alguna ocasión descubridor y en otras descubierto, el ser humano ha forjado lenguajes, edificado mitologías, diseñado herramientas y concertado intercambios caminando. En definitiva, ha gestado el más definitivo de todos sus inventos: la cultura, principio y fin de todo lo demás. ¿A qué viene mantener a los niños amarrados al “duro banco de la galera didáctica”, sometidos a un sistema absolutamente antinatural, sedentario y cerrado?

Si los alumnos se pusieran a caminar, descubrirían todo un mundo de estímulos, informaciones, aprendizajes e invitación a la solidaridad. Hablando de esto último: de la solidaridad, de la relación que debe existir de los humanos entre sí, resulta curioso que en la era de los viajes y las comunicaciones, seamos insensibles, por ejemplo, a lo que sucede a millones de seres humanos, niños incluidos, en situación andariega: que cada vez les resulta más difícil moverse, debido precisamente a esos Poderes Globales de los que hablábamos. Y ello, a pesar de que con su fuerza de trabajo y su inventiva siguen sosteniendo las grandes economías del mundo. Son los inmigrantes que atraviesan todos los días la frontera entre México y Estados Unidos, para trabajar en sectores productivos que se hundirían sin su aporte. Son los miles de africanos que cruzan el Mediterráneo a bordo de frágiles embarcaciones que muchas veces naufragan en mitad del recorrido. Son los latinoamericanos que van de un lugar a otro aferrados a la promesa implícita en el desarrollo de los países más prósperos o, en el peor de los casos, de menos pobres que los suyos propios.

A nuestros alumnos les resultaría muy sencillo, mientras caminan, entender con claridad la grave incongruencia que supone en la sociedad de la democracia y el libre mercado que las mercancías, el dinero y la información puedan circular libres, pero no las personas que los producen. Y no pueden porque son las grandes Corporaciones las que imponen una lógica determinada por la calidad y la cantidad de mano de obra que requieren en un momento dado (precisamente las Empresas que controlan la tecnología digital que se están implantando en las aulas bajo el ridículo epíteto de “metodologías gamificadas”). ¡Y nuestros centros educativos, mientras tanto, en el feliz reino de las Hadas: celebrando en el patio del colegio el Día de la Paz, el de los Derechos Humanos, el de Halloween y el de la sacrosanta Navidad…!

Alumno: Señor Isidro, creo que se ha salido de su comedimiento habitual para dejarse llevar por la rabia y la desesperación…

Maestro: Por la desesperación no, querido alumno. ¡Por la desesperanza que embarga a esos millones de criaturas desplazados por el miedo a la represión y a esos otros tantos detenidos por normativas arbitrarias! Y, por favor, no me preguntes qué tiene que ver todo esto con la Pedagogía Andariega, porque, al fin y al cabo educar es eso: conducir, guiar. Y nuestros niños y jóvenes deben saber que todos, absolutamente todos los humanos, al fin y al cabo, “Arrieritos somos y en el camino de la vida –y de la muerte- nos encontramos”.

 

Isidro García Cigüenza

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