Gregorio Martín García: «¿Enclaustrados por haber nacido? ¡No!, Residentes, 3/3»

Llegar a viejo en la antigua Roma, era un auténtico privilegio. Gerontocracia: el poder de los mayores. Gobierno o dominio ejercido por los ancianos.

Los ancianos poseían una gran autoridad en la familia, considerados como el “paterfamilias”, a los que se les debía obediencia por todos sus miembros. También el Estado les debía respeto y eran considerados sabios y escuchados en el senado y en aquellos lugares de las asambleas romanas. Pero en ocasiones podían caer en abandono y por consiguiente en la pobreza.

Hoy nuestros mayores protestan por el trato que a veces reciben al llegar a su jubileo. Conviene volver la vista atrás y en estos tiempos de culto a la juventud, reparar en lo mucho que los mayores han contribuido al desarrollo económico, político y social de Occidente, desde lo más antiguo de la Comunidad Humana como depositarios de toda tradición oral y toda la sabiduría de la comunidad.

Por lo que es paradójico su actual descuido en una sociedad que cada vez más envejece.

Las sociedades modernas han relegado a un segundo plano el papel de las personas mayores.

Es necesario su inclusión, la participación y recuperación de su espacio para que puedan presentar una perspectiva positiva y más optimista de lo que hoy representa la tercera edad.

En vez de ser considerados como un valor añadido son una carga para la comunidad.

De paseo por los alrededores

Todo ello contribuye a que en una residencia de mayores se hallen distintos individuos que con diversas historias y sentimientos, vienen a formar y componer un conjunto que hace de cada sujeto, miembro independiente que actúa de tal forma y manera que altera y varía las formas en el centro.

Y, He ahí que en una sola comunidad pareciera que hay tantas como los varios individuos que la componen. Los convencidos y satisfechos que, son los más, de su forma organizada de vida y aquellos que por imposición aquí se hallan, que aun siendo muy escasos se hacen, alguna vez, notar cuando de alguna forma exteriorizan la contrariedad que viven en este lugar que no admiten.

En estos es influencia, la voluntad, el amor entre miembros relacionados, la familia, el entendimiento en el hogar o la empatía del sujeto con su grupo de relación.

Todo ello le lleva a alterar la tranquilidad del grupo familiar en donde con frecuencia prima el egoísmo y la molestia que aquel representa para el conjunto familiar.

Para ellos el ingreso forzoso o engañoso es la solución conseguida con sutiles palabras y las más de las veces el deseo del propio individuo que no quiere molestar a los que antes él cuidó, mantuvo y dirigió en los avatares de la vida.

Esto se llama falta de amor.

Basta un paseo tranquilo, por los jardines circundantes, por la galería o salas de ocio para ver que nos dicen las caras de los que ahí se mueven. Que caminan despacio, porque aquí no hay prisa.

Dormitan en aquel banco bajo el árbol sombrío o leen en ese rincón de preciosa panorámica campestre que también comparten con estos otros que charlan animados, en la terraza.

Así se adivina mucho de sus vidas y puedes llegar a saber cómo vinieron a engrosar este grupo de gentes distintas que aquí conviven y disfrutan los años dorados de sus jubiladas vidas.

Paseo y jardín

Es la soledad lo que quieren evitar muchos de los que aquí estamos asentados.

Solitarios y meditabundos van algunos paseando y disfrutando el recinto, mientras un círculo de “chicos” y chicas” de estas, charlan animados en un apartado de la sala “Las Acacias”, alegran el momento y ríen contentos esperando el comienzo del animado bingo que, pronto comienza.

Dos residentes con sus mochilas y dentro de ellas agua y unas frutas frescas, se disponen a dar un largo paseo por el extenso olivar cercano. Han preferido hacerlo así a ir con el grupo que a la presa cercana del Cubillas irán de excursión.

Mientras en la explanada de la puerta principal, el coche del centro recoge a unos mayores que hoy les toca revisión médica en el hospital. El Cuadro Médico y de Enfermería, les ha preparado lo necesario para dicho traslado.

Los dos jardineros con manguera y escoba baldean y riegan parte de las ajardinadas paratas e hileras de árboles y flores.

El carrito de “los helados”, así de broma llamado, recorre el centro con zumos y refrescos, galletas, yogures y otros que, empujado y asistido por dos atentas camareras, van ofreciendo a todos los presentes una exquisita degustación.

Las asistentas, auxiliares, camareras, enfermeras, gobernantas y responsables de grupo con los que aquí vivimos y gozamos de sus cuidados, se afanan con exquisita profesionalidad, con su alegría permanente en sus caras y sus manos tendidas para ayudar en todo lo necesario, y sin olvidar ni los más nimio. A todos y cada uno de los residentes.

En ENTREÁLAMOS estamos y a la sombra se mueve la Dirección, porque solo se quiere dedicar a que todo marche, todo avance y todo aquello que no funciona, arreglarlo.

Lograr una Residencia ejemplar es todo su ahínco para lo que necesario no es publicidad ni hacerse conocer. Es complicada la gran gestión, aunque hay que reconocer que algo fácil lo tienen:

Cuentan con una maravilla de equipo y de edificio, una maravilla de jardines que lo circundan y arropan. Todo en medio del agro y en el semisalvaje campo con algún bosque de pinos y encinas, más allá de los olivos y a los pies de las serranías y montes que en sus cimas dibujan la línea del horizonte, por donde amanece el día, derramando vida e iluminando el extenso valle hasta la hora del ocaso. En que la noche extiende un negro manto imponiendo paz y silencio en toda la residencia.

Contentos, jubilosos y alegres, pasamos por la vida con acomodo y tranquila existencia, en esta Residencia de ENTREÁLAMOS.

[Final ]

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Gregorio Martín  García

Inspector jubilado de la Policía Local de Granada y

Autor del libro ‘El amanecer con humo’

Gregorio Martín García

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