Tomás Moreno Fernández: «La utopía de los ‘Hospitales-Pueblo’ de Vasco de Quiroga (3/6)»

III. VASCO DE QUIROGA: SANTA FE (GRANADA) COMO MODELO

Vasco de Quiroga, oidor de la Segunda Audiencia de Nueva España en 1530 y obispo de Michoacán, en la Nueva España, nació en Madrigal de las Altas Torres (Ávila) hacia 1470, de familia de origen gallego y noble. Tras realizar estudios de bachiller y de licenciatura en cánones (jurisprudencia) posiblemente en Salamanca, orientó su carrera hacia el cuerpo de letrados, actuando como tal en los distintos oficios de la corte en Orán en 1525 y como experto en la resolución de los asuntos de Estado representando a la Corona en Tremecén, en 1526. Próximo a la nueva corriente del derecho de gentes de Francisco de Vitoria, de la escuela de Salamanca, precursora del derecho Internacional moderno, sus meritorios servicios le granjearon la atención de personajes influyentes de la Corte y de la Iglesia que más tarde influirían de manera decisiva en su carrera profesional. Posteriormente, siguiendo a la Corte, vivió en Granada y Valladolid. De ello nos quedan como referencias la huella que la primera ciudad dejó en su espíritu y pudo influir en su idea, no realizada, de llamar así a la ciudad que eligió como capital de su obispado con en el nombre, Santa Fe, con que designaría sus experimentos americanos, así como las amistades y relaciones que estableció con algunos cortesanos ilustrados.

Como señala Paz Serrano Gassent, en Granada se había dado precisamente una situación similar a la que después se encontraría Quiroga en México. Ciudad conquistada y sometida en 1492, requería con urgencia su cristianización para un mejor control y gobierno de los vencidos (1). Para ello se plantearon dos tácticas. La primera, la propiciada por el cardenal Cisneros y sus franciscanos, mediante imposición a los infieles de bautizos masivos, en gran parte forzados y falsos, antecedente claro de los que sería su acción misionera, tres décadas después, en las nuevas tierras de América. Mediante ella no se consiguió una auténtica conversión y aculturación de la población hispano musulmana, sino que fueron semilla de alzamientos como el de 1499. La segunda, la impulsada por fray Hernando de Talavera, primer arzobispo de Granada, que propuso otro método basado en la persuasión, el ejemplo y la labor de catequesis; para ello fundó un Colegio, el de San Cecilio, donde además de existir un seminario, germen de un futuro clero reformado, se instruía a los moros principales y, sobre todo, a sus hijos, en la escritura, lectura y gramática castellana, así como en la doctrina y el amor al trabajo. Parece que este modelo debió influir en Quiroga, repercutiendo seguramente en su futura fundación del Colegio San Nicolás de Pátzcuaro, una de cuyas intenciones sería la de integrar, vía educativa, a indios y españoles, además de formar un clero selecto.

Su nombramiento como oidor de la Segunda Audiencia de México, tuvo lugar en 1530, siendo obispo de México fray Juan de Zumárraga, que denunció, ante la Metrópolis, a la Primera Audiencia, por su codicia y maltrato a los indios. En noviembre de 1529, a propuesta de las audiencias de Granada y Valladolid y al interés y recomendación de la Reina (a instancias de su amigo el Obispo de Badajoz) se propuso al licenciado Quiroga para el cargo. A primeros de enero fue nombrado juez de Nueva España. En agosto de 1530 salió de Sevilla, junto con otros oidores, rumbo a Nueva España. El 9 de enero de 1531 llegó a la ciudad de México como oidor.

Estatua dedicada a Vasco de Quiroga en Michoacán (México)

Una vez toma contacto con los indios e informado de su situación de miseria e injusticia en las que viven, empieza a plantearse la idea de concentrar a los indios en pueblos donde pudieran reunirse, sobrevivir económicamente y autogobernarse. El 14 de agosto de ese mismo año manda una carta al Emperador donde le cuenta lo que ocurre en aquellas tierras, proponiéndole las soluciones que considera más pertinentes para liberarlos de tal situación de ignominia. En ellas estaban ya pergeñadas las características esenciales de lo que más tarde sería sus Hospitales-Pueblo o Pueblos-Hospital:

“Teniendo siempre en cuenta la dignidad humana de los indios”, viene a decirle al Emperador que lo que le importa es la formación de estos pueblos, en los que se recojan los indios y se atienda a los enfermos y necesitados, formando una propia comunidad que viva de su trabajo y en la que los indios “estén ordenados en todo buen orden de la policía y con santas y buenas católicas ordenanzas”. Y añade que, dado el dócil carácter y como de “cera muy blanda” y “la innata humildad, obediencia, y pobreza y menosprecio del mundo y desnudez” de los indígenas -andando descalzos, con el cabello largo, sin cosa alguna a la cabeza, a la manera que andaban los apóstoles”- sería muy fácil organizarlos en una serie de pueblos o poblados cristianos con una comunidad de bienes semejante a la de la primitiva Iglesia (2).

El primer experimento o modelo de poblado utópico fue el Hospital-Pueblo de Santa Fe de la Laguna en México, fundado en 1531 en las proximidades de la ciudad, en Tacubaya a unas dos leguas de ella. Su objetivo, al principio, era facilitar a los jóvenes indios una forma más civilizada de sociedad, dotar al pueblo de cohesión y de los servicios asistenciales necesarios para todos y sobre todo para los más necesitados: enfermos, viudas, huérfanos, para así favorecer además su conversión. Todavía no se mostraba expresamente su inspiración en la Utopía de Tomas Moro.

Su siguiente tarea como juez fue la visita a Michoacán, el pueblo de los tarascos –rebeldes y con escasas conversiones- a mediados de 1533. La Segunda Audiencia envió a varios corregidores para solucionar la rebelión de los indígenas y finalmente fue enviado don Vasco, quien puso en práctica su concepción humanista de la justicia, atendiendo las quejas de los indios y dándoles satisfacción. Pacificada la región, inició la fundación de un nuevo Pueblo-hospital, con el mismo modelo que el anterior, cerca de Tzintzuntzan. La gran extensión de la Nueva España exigía la creación de nuevos obispados entre ellos el de Michoacán, para cuya diócesis fue propuesto, por el emperador Carlos I de España, el “laico” Vasco de Quiroga; tomando posesión de la misma en el año 1538. La fundación del Colegio de San Nicolás, germen del futuro clero y de la posible integración hispano-indiana, y la cuestión de la capitalidad y de la sede episcopal en Pátzcuaro, mejor situada en su opinión, fueron motivo de fuertes polémicas entre el obispo de Michoacán y colonos o encomenderos españoles apoyados por el virrey Antonio de Mendoza.

Colegio San Nicolás Obispo fundado en 1540 en Patzcuaro Michoacán (México) 1940

En lo que respecta al Colegio de San Nicolás, en Pátzcuaro, su fundación tenía un doble propósito: constituir un seminario para los clérigos de su obispado, imprescindible si se tiene en cuenta que su procedencia laica le obligaba a formar su propio clero, y crear un espacio educativo para españoles e indios. Con ello se podría lograr que los nuevos sacerdotes, en contacto con los indios, fuesen expertos en sus lenguas y ejerciesen mejor sus funciones y que la mezcla de naturales y españoles fuese creando las bases de una mejor convivencia entre las razas y una futura armonía social. La Junta Eclesiástica de 1539, celebrada en México, permitió la ordenación de indios y mestizos en las cuatro órdenes menores, un atisbo para la creación de un futuro clero autóctono. Pero la decisión del Concilio de México de 1555 se optó por prohibir la ordenación sacerdotal de los indígenas. Todo ello impidió a don Vasco cualquier planteamiento educativo que supusiera una ruptura de esa legalidad, que ya no era compatible con su modelo utópico.

Una serie de conflictos, litigios y pleitos con sus opositores y enemigos hicieron peligrar su obra. En efecto, la recuperación económica y la implantación del autogobierno, pese a la tutela, estimularon la ambición de colonos y encomenderos, como es el caso de Juan Infante, que alegaba derechos de encomienda sobre Santa Fe de la Laguna y que, en efecto, había obtenido del Consejo de Indias, en 1539, el reconocimiento de sus derechos sobre los Pueblos de La Laguna. La firme oposición del obispo Quiroga a su expropiación tras diversas escaramuzas y recurrir la decisión del Consejo, evitó la ruina de su “obra” logrando que el pleito se resolviera a su favor.

Vasco de Quiroga, obispo de Michoacán
18 de agosto de 1536-14 de marzo de 1565 ::Wikipedia

Tras todo ello, Vasco de Quiroga viajó a España en 1548. Esta etapa hasta 1553 fue oscura y conflictiva. Se interesó en la polémica que sostenían por entonces, acerca de la conquista indiana, Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda, sobre la política a seguir en la colonización y también en temas relacionados con el derecho de propiedad de la Corona, la licitud o no de la guerra contra los indígenas, el comercio y el modo de enfocar la colonización, así como en cuestiones referidas a la condición natural y racional, de los indios y su política y a la prohibición o no de las encomiendas etc. Al parecer Vasco de Quiroga escribió un tratado De debellandis indis, que era una defensa explícita y radical del poder espiritual y temporal, universal y absoluto de la Iglesia. Las Casas acusó por ello a Quiroga de defender la guerra contra los indios para conducirlos a la fe.

Quiroga mostró, sin embargo, sus reservas a esa interpretación. “Pudiera pensarse –-escribe Paz Serrano Gassent— que la sorpresa de Quiroga radicaba en la sesgada interpretación que un defensor de los indios, como él mismo, podía hacer de su acatamiento a la justicia y al derecho de la monarquía hispana en su dominio de América. Esa parece era su intención prioritaria: mostrar el derecho, basado en la concesión pontificia, a la posesión de las Indias, pero subordinado a la labor evangelizadora, a la obligación de limosna tanto espiritual como temporal de los reyes para con sus nuevos súbditos. A partir de ahí, sólo para lograr este objetivo, la consideraba posible para su pacificación, no para su destrucción. La ambigüedad de su posición se muestra, no obstante, al ser considerado por Sepúlveda como favorable a sus tesis y a las de los encomenderos” (3).

En 1554 regresa don Vasco a su sede americana. Hasta 1565 tratará de edificar su catedral en Pátzcuaro, sin conseguirlo definitivamente. Presiones externas de los intereses coloniales y oposición, en parte, de los franciscanos que criticaban la grandiosidad de la misma y el excesivo gasto que comportaba y optaban por otra más humilde (4). Don Vasco murió en Pátzcuaro el 14 de marzo de 1565. Dos meses antes, en enero, había redactado su Testamento, en el que recalcaba expresamente las medidas a tomar para el futuro de sus hospitales-pueblo y de su colegio. Sus restos mortales se encuentran actualmente en un mausoleo, dentro de la basílica de Nuestra Señora de la Salud.

Cubierta de ‘La utopía en América’ de Paz Serrano

BIBLIOGRAFÍA Y NOTAS

1) En este perfil biográfico seguimos principalmente los datos aportados por Paz Serrano Gassent en su magnífica y exhaustiva Introducción a la obra de Vasco de Quiroga, titulada La Utopía en América, op. cit. pp. 9-18. Sobre la vida de Vasco de Quiroga pueden verse también: Pablo Arce Gargollo, Vasco de Quiroga. Jurista con mentalidad secular. Biografía y Guía Bibliográfica, Porrúa, Universidad Panamericana, 2007; Francisco Martin Hernández, Don Vasco de Quiroga, protector de los indios, Universidad pontificia de Comillas, Servicio de Publicaciones, 2004; y Paulino Castañeda Delgado, Don Vasco de Quiroga y su” Información en Derecho”, Madrid, 1974.

2) Colección de Documentos Inéditos relativos…. a América, 2, XIII, Madrid (1884), p. 424 s. Citado por F. Martín Hernández en “Humanismo, Erasmismo y Utopía Cristiana”, op. cit., p. 65-66.

3) Paz Serrano, op. cit., pp. 15-16. Paz Serrano alude a la ambigüedad de Don Vasco al respecto porque, efectivamente, era difícil conjugar, en el pensamiento de Quiroga, su apasionada visión profética de la comunidad india, moralmente perfecta —como las primitivas agrupaciones cristianas— con una concepción absolutista del poder universal de la Iglesia como se defendía en su escrito: el pretendido liberalismo reformista de Quiroga parecía sostener la utopía de un imperialismo decididamente teocrático. Esto es lo que le reprocha Eduardo Subirats en El continente vacío. La conquista del Nuevo Mundo y la conciencia moderna, Anaya y Mario Muchnik, Barcelona, 1994, p.164 y ss.

4) También su diseño, en sintonía con la arquitectura renacentista italiana —argumenta Paz Serrano— sorprendía o indignaba, por lo que fue también un serio obstáculo para su realización final. Por una parte, estaba pensado para que desde todas las partes de la catedral pudiera seguirse con atención el culto, pero también lo estaba para que el oficiante pudiera controlar sin esfuerzo a todo el pueblo. Así considerada, el diseño catedralicio se anticiparía, según algunos visionarios de la prospectiva arquitectónica, a una especie de panóptico, modelo de vigilancia perfecta —aplicado aproximadamente tres siglos después al ámbito carcelario como propugnara J. Bentham en el siglo XIX y denunciara M. Foucault en el XX— donde el ojo divino del sacerdote podía observar sin fisuras la fidelidad de su grey.

 

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