He leído que los vídeos por móvil están transformando el debate racial en EE.UU. Las escenas varían, pero en todas las víctimas son personas negras desarmadas y los agresores policías sin escrúpulos. Los sucesos difícilmente se hubieran conocido si un transeúnte no los hubiera grabado con su teléfono móvil. La difusión del vídeo se convierte enseguida en un fenómeno viral en Internet, la indignación se propaga y el vídeo sirve para reabrir el debate y a veces, como prueba para la investigación.
En este fenómeno influyen la expansión de los móviles, las grabaciones ciudadanas, las redes sociales y el mayor interés de los medios de comunicación y la sociedad. Los vídeos por móvil conceden poder a ambos bandos: amplían la capacidad de denuncia de los ciudadanos y de defensa de los policías. Como consecuencia, los cuerpos de seguridad norteamericanos empiezan a colocar cámaras en los uniformes de sus agentes.
Precisamente en España, los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado aprendieron pronto la lección audiovisual y usan el poder del vídeo para apoyar, difundir (y justificar) sus operaciones contra el tráfico de drogas, la prostitución o el contrabando. Raro es el informativo que no incorpora en su escaleta las imágenes grabadas por la Guardia Civil y la Policía Nacional. Incluso por los bañistas de una playa gaditana.
Pero las grabaciones ciudadanas retratan también el lado más siniestro de la condición humana y sirven en ocasiones de apología de la extrema violencia, simbolizada en la propaganda sangrienta y cruel del Estado Islámico. Grupos de adolescentes emplean el vídeo como trofeo de sus agresiones y acosos. Imágenes sórdidas que muestran a pobres vagabundos perseguidos y apaleados en mitad de la noche o a las víctimas del frecuente e impune acoso escolar. Vídeos virales que revelan un extraño ejercicio macabro y narcisista, una especie de «selfie del horror» que ejerce de efecto llamada para que otros malcriados repitan esas «hazañas” en sus propias ciudades.
Mientras tanto, 156 millones de chinos ven un vídeo sobre la contaminación del medio ambiente. Se trata del documental “Bajo la cúpula” realizado por la periodista Chai Jing que lo costeó de su bolsillo y lo difundió a través de una de las páginas más populares del país. El vídeo generó 300 millones de comentarios en las redes sociales y obtuvo el respaldo de los medios oficiales. Jing lo grabó después de que a su hija recién nacida los médicos le detectaron un tumor benigno que ella atribuye a una exposición prolongada a la contaminación.
«La compañía de investigación de mercados Forrester Research ha calculado que un minuto de vídeo iguala a 1.8 millones de palabras. La estadística habla por sí sola: hay un 40% más de probabilidad de que se haga clic en un vídeo antes que en un texto». |
El fenómeno del vídeo es imparable. La compañía de investigación de mercados Forrester Research ha calculado que un minuto de vídeo iguala a 1.8 millones de palabras. La estadística habla por sí sola: hay un 40% más de probabilidad de que se haga clic en un vídeo antes que en un texto. Y el mejor ejemplo es el popular YouTube, donde se suben 100 horas de vídeo al minuto y cuya visualización rebasa los 6.000 millones de horas al mes.
YouTube es una de las web más visitadas de España y por eso muchos jóvenes españoles desafían a la televisión y aspiran a ganarse la vida como “youtubers”. Su líder es “El Rubius”: tiene 24 años y 12 millones de suscriptores.
Datos impresionantes que manejan con habilidad las grandes empresas y los expertos en marketing, haciendo circular a diario como noticias vídeos de propaganda encubierta, declaraciones de famosos deportistas con el logo al fondo del patrocinador, deportes extremos patrocinados por marcas de bebidas energéticas, señales realizadas de mítines políticos, candidatos en busca de “visibilidad mediática” y videos «privados” de celebridades que todo el mundo puede consumir al instante desde su casa. Hasta la Corona acaba de difundir un vídeo con imágenes inéditas de los Reyes y sus hijas.
«Hasta la Corona acaba de difundir un vídeo con imágenes inéditas de los Reyes y sus hijas». |
Hace una década publicaba en este mismas páginas una opinión titulada “El futuro es audiovisual” sobre la implantación de los estudios de Comunicación Audiovisual en la Universidad de Granada. Fue el mismo año en que nació YouTube y entonces intentaba explicar a los futuros alumnos de la nueva titulación para qué servía lo que yo mismo había estudiado con entusiasmo unos años antes. Acabé dando clases a esos alumnos y tras haber visto pasar ya varias generaciones, he observado el auge de este fenómeno del vídeo, donde la tecnología ha convertido a muchos en autodidactas y donde ya no se distinguen los límites de una profesión que nació y creció con el cine y la televisión. Nunca pude imaginar entonces hasta que punto el futuro iba a ser tan «radicalmente” audiovisual.
Vargas Llosa advertía de los riesgos de la cultura digital y la vulgarización del lenguaje y mostraba su temor a que la “cultura de la pantalla” sea cada vez más puro entretenimiento y que esto acabe aboliendo nuestro espíritu crítico: “en la lectura hay un esfuerzo intelectual que casi se elimina con lo visual». Mi única certeza es que ahora todo acaba siendo un vídeo viral. Desde las grabaciones domésticas de gatitos adorables hasta los vídeos sin censura de las ejecuciones yihadistas.
JULIO GROSSO MESA
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