Burrita: Señor arriero…, hoy hace un día muy obvio, ¿verdad?
Arriero: No…, Molinera. “Obvio” no se utiliza en esa acepción climatológica. Para ello, nosotros los humanos, utilizamos adjetivos como : claro, sereno, despejado…
Burrita: ¡Qué complicado! Los burros, con un solo rebuzno, bien modulado y estentóreo, eso sí, nos ahorramos tanta versatilidad en los significados como utilizan ustedes…
Arriero: ¡Eso resulta obvio! Por eso sois burros…
B: Vale, dejémoslo estar, de momento…; pero ya sabe lo del refrán: “Arrieritos somos y….”
A: ¡Era una broma, Molinera! Si tuviera que ponerte una nota en Lenguaje te pondría, sin duda alguna, un sobresaliente. Aprendes muy rápidamente…
B: Hablando de notas y calificaciones…. El otro día escuché decir a la madre de Joselito…; sí José, el niño que tanto cariño y conocimiento pone cuando trata conmigo y me lleva de un lado para otro…
A: ¿El qué…?
B: Pues eso…, que le escuché decir que la habían llamado urgentemente del colegio porque, apenas comenzó el niño a hacer el examen de matemáticas, le entró una angustia y un desasosiego tales que, ante señales tan alarmantes tuvo que acudir ella urgentemente, llevárselo a su casa y darle un lexatin…
A: No lo entiendo… ¡Precisamente José, un niño tan aplicado y responsable!
B: ¡Por eso precisamente! Acostumbrado a llevar todo sobresalientes, resultó que al no saber desarrollar un problema de regla de tres compuesta, y suponiendo iba a sacar un suspenso…, le entraron al angelito todos los demonios habidos y por haber. Por cierto, señor Isidro, ¿usted en su Pedagogía Andariega pone notas?
A: Sí y no, Molinera. En nuestra Pedagogía, las notas son moneda de cambio, al tiempo que motivo de redistribución solidaria de tareas compartidas…
B: ¡Joder, señor maestro! Traduzca ese vocabulario a román paladino o convertirá su pedagogía en todo un galimatías, al estilo del que usan esos profesores universitarios que, cuantas más citas y pensamientos indescifrables digan, mayores y más sonoros son los aplausos que reciben….
A: Vale, señora burra… Se lo diré utilizando una metáfora tan real como la vida misma. ¿Te acuerdas, Molinera, del suceso que nos contó aquella cortijera, a propósito del salvamento que tuvo lugar durante la romería de su pueblo y que a punto estuvo de costarle la vida a una niña?
B: ¡Sí, claro! ¿No me voy a acordar? Aquella misma noche no pude pegar ojo sólo con sentir en mis carnes la angustia que debieron vivir sus padres, al par de la de los que con ellos estaban…. ¡Qué agonía pensar que se estaba ahogando y que, bajando el río tan crecido como bajaba, no podían hacer nada por auxiliarla…!
A: Pues si estuviste atenta al relato de aquella buena mujer, te darías cuenta del modo cómo actuó la gente. El primero que dio la voz de alarma fue un muchacho tímido que, no gustándole la bulla del festejo, optó por irse a pasear solo por las orillas del río. A continuación, otro muchacho que, gateando por el árbol y haciendo alarde de habilidad, soltó un columpio de la rama del árbol en el que estaba amarrado y con la cuerda echó a correr . Una mondonguera, que conocía el río por ir a lavar allí las tripas de las morcillas que hacía , echó también a correr río abajo hasta donde ella sabía que había un banco de arena y donde pensó sería más fácil asir a la niña, caso de pasar por allí. Otra señora, que había estado cotilleando sobre quién bailaba y con quién, se apercibió de que una de las parejas más llamativas era precisamente la del médico del pueblo con la nueva novia que se había echado. A esta señora ,también apenas notó el ajetreo de la gente, tiempo le faltó para, a todo correr, ir a avisar al susodicho de lo que estaba sucediendo… Pero no acaba ahí la cosa porque fue precisamente un tal Manuel, aficionado a bajar al río a recoger mimbres para fabricar cestos quien, sabiendo de los remolinos que formaba el dichoso río en algunos lugares, se fue allí y sin preocuparle lo más mínimo el traje de fiesta que llevaba puesto, más pronto se metió en el agua, por si acaso… En definitiva, Molinera, aquel fue un claro ejemplo de cómo entendemos nosotros, los pedagogos andariegos, la utilidad y versatilidad de las notas en el aprendizaje.
B: ¡Por favor! ¡Ahórrese sus doctrinales didácticas y hable claro! ¿La niña se salvó o no?
A: ¡Claro que se salvó…! Se salvó, pero con la ayuda de todos. De unos más que de otros, sin duda. Incluso hubo alguno del que no hizo falta su intervención. El médico, fue, a la postre, quien le hizo la respiración artificial, pero al fin y al cabo todos pusieron en común lo que sabían hacer. Todos, llegado el caso, resultaron imprescindibles ya que, de haber fallado la segunda de las soluciones, la del remolino, que fue la certera, pusieron a favor de la urgencia común su conocimiento y valía…
B: Repito una vez más, señor arriero… ¿qué tiene que ver toda esta historia con las dichosas notas y su Pedagogía Andariega?
A: Hablando claro, Molinera. Imagínate que todos los intervinientes formaran un grupo escolar (o de Aprendizaje, como preferimos llamarle nosotros) . Cada uno de ellos, al igual que nuestros personajes en este trágico suceso, desarrolla una habilidad y unos saberes específicos. Habilidad y saberes únicos e imprescindibles. Del mismo modo, las notas en nuestra Pedagogía, incentivarían esos intereses, habilidades y actitudes que cada uno en función de su carácter, ambiente social y predisposición personales. En definitiva, las notas las utilizamos como retos de superación individuales y no como se entienden ahora: elementos competitivos y segregadores de unos para con otros… El papel de los maestros es precisamente ese: hacerles sentir a todos, incluso a sí mismos y a sus compañeros , como imprescindibles dentro de la responsabilidad, acierto o desacierto ante un problema o situación social concretos. En definitiva y como reza el lema de los mosqueteros: “Uno para todos y todos para uno”.
B: Eso, dicho así, queda muy bonito. Incluso seguro que habrá más de uno que lo copie y pegue en el típico reenvío de Facebook… Pero ¿quién le pone el cascabel al gato dentro de lo que es y cómo funciona la escuela hoy en día? ¿Quién se atreverá a rebatir el “status quo” de los saberes homologados y evaluables que se imparten? ¿Quién con llevar a casa unas notas que no son las que tus padres, ni tú mismo, esperan de ti? ¿Quién luchará contra lo que supone el saber o no saber hacer una puñetera regla de tres compuesta?
A: Sin duda, dentro del sistema educativo actual en el que impera el “¡Sálvese quien pueda y allá se joda el que se esté ahogando!” nuestra Pedagogía Andariega no tiene seguidores. Si acaso, y en gran cantidad, detractores.
B: Como tampoco tiene cabida el que, al día de hoy, venga a proponer usted que el aprendizaje tenga que hacerse “caminando”. Lo mismo que pedir al profesorado que conozca “los recursos didácticos del medio en que viven los niños a los que dedica su labor”; o esa película de “una sociedad (talleres, comercios, laboratorios, centros artesanales, etc, etc…) que ponga al servicio de la Educación sus establecimientos, saberes y procedimientos… que con tanto ardor proclama usted.”
A: ¡Ole mi burra! ¡La más inteligente del mundo mundial! ¡Te sabes la lección a las mil maravillas! ¡Te mereces un diez, qué demonios!
B: ¿Ha visto usted? Su propio lenguaje le traiciona…¡Por favor, señor arriero…! A mí no me venga con lisonjas que, más que beneficio, lo que me traen son arritmias y suspiros, al estilo de mi amiguito José. Y dígame… ¿Qué les decimos a las maestras y maestros que quieren dar sus primeros pasos, hoy y en sus individuales circunstancias, en pro de esta Pedagogía predicada por usted?
A: Una cosa muy sencilla, Molinera. Precisamente lo que te decía al principio: que, en nuestra Afición por Aprender, las notas son moneda de cambio, al tiempo que motivo de redistribución solidaria de las prebendas obtenidas … O dicho de otro modo y para que se me entienda: propongo a los educadores que, de momento, pongan notas, sí…, pero que hagan con ellas un fondo común: una hucha en la que ir introduciendo, de forma voluntaria y generosa, las puntuaciones que a unos les sobren y a otros les falten.
B: ¡A ver, a ver! O sea que usted propone que, si un niño saca un diez en la dichosa reglas de tres, por ejemplo, entregue graciosamente dos o tres puntos a quien le falten esos puntos para el aprobado….
A: Dicho grosso modo, sí.
B: ¡Acabáramos! ¿Y dónde queda el esfuerzo personal? ¿Y dónde el dinero gastado de algunas familias en colegios privados y clases particulares? ¿Dónde el mérito de esos niños y niñas que hacen requetebién sus exámenes y tienen un comportamiento excelente dentro de las aulas?
A: Es que no se trata en estos niveles educativos que trabajamos de élites o de que todos sepan mucho de lo mismo… Se trata de que nos enteremos de una santa vez, de que vivimos en SOCIEDAD. Que los problemas importantes nos son comunes a todos. De que la solución a los asuntos graves no está en subterfugios de mandamases y oligopolios educativos…La solución está en valorar la importancia de cada uno: del que se aísla para contemplar el rio, del habilidoso para desamarrar una cuerda; del chismoso que observa quién va y quién viene; del que sabe hacer la respiración artificial, del que conoce los intríngulis de las corrientes fluviales…
B: ¡Vale, vale…. no siga usted, señor arriero, que le he entendido! Todo se reduciría a una frase que usted mismo ha dicho: que al día de hoy, en el mundo en que vivimos, ante un problema serio no valdría de ninguna manera el tan traído y llevado: “¡Sálvese quien pueda y el que venga atrás, que arree!
A: Yo no podría haberlo resumido mejor, Molinera. Está claro que también vosotros, los animales, los vegetales, los minerales y hasta esos astros, galaxias y agujeros negros que se mueven y succionan en el más allá… tenéis mucho, muchísimo, que aportar en este asunto.
Isidro García Cigüenza
Blog personal ARRE BURRITA
EN CAPÍTULOS ANTERIORES
Capítulo 01: «Pedagogía caminera. Mi mejor maestra: una burra andariega»
Capítulo 02: «Aprendemos caminando… del ronzal de mi burrita Molinera»
Capítulo 03: «Por unas Matemáticas andariegas. Diálogo entre el arriero y su burra»
Capítulo 04: «A vueltas con las “Matracas”. Diálogos de un arriero con su burra»
Capítulo 05: «Clase de Lengua. Cervantes: ‘Persona Non grata’. Diálogos de un arriero con su burra»
Capítulo 06: «La clase de Música en la Pedagogía Itinerante»
Capítulo 07: «Los olores… en la Pedagogía Andariega»
Capítulo 08: «La asignatura de Valores Sociales y Cívicos en la Pedagogía Andariega»
Capítulo 09: Los Poetas Modernistas en la Pedagogía Andariega
Capítulo 10: Las maquetas de adobe en la Pedagogía Andariega
Capítulo 11: La asignatura de Química en la Pedagogía Andariega
Capítulo 12: Los juguetes en la Pedagogía Andariega
Capítulo 13: Cómo fabricar luz… en la Pedagogía Andariega
Capítulo 14: La ‘Puta calle’ en la Pedagogía Andariega
Capítulo 15: Los abuelos en la Pedagogía Andariega
Capítulo 16: El agua en la Pedagogía Andariega
Capítulo 17: Los derechos animales en la Pedagogía Andariega
Capítulo 18: Lapsus romántico en la Pedagogía Andariega
Capítulo 19: Los hábitos cotidianos de movilidad activa autónoma saludable… en la Pedagogía Andariega
Capítulo 20: La tierra de labor… en la Pedagogía Andariega
Capítulo 21: El estiércol en la Pedagogía Andariega
Capítulo 22: Las semillas en la Pedagogía Andariega
Capítulo 23: Las plantas del huerto… en la Pedagogía Andariega
Capítulo 24: El mercado… en la Pedagogía Andariega
Capítulo 25: Las calificaciones en la Pedagogía Andariega