Quienes inculpan a España
de xenofobia y racismo
deben conocer la historia
de Juan de Sessa, “el Latino”
que en la primera mitad
del decimosexto siglo,
por la ciudad de Granada
reconstruyó su destino.
Juan era un sirviente negro,
de esclava etíope, hijo,
ejerciendo servidumbre
en casa de gran prestigio;
sus dueños, los descendientes
de un militar ilustrísimo
llamado “el Gran Capitán”,
en tantas guerras invicto.
Desde sus primeros años
Juan perteneció al servicio,
como asistente leal,
del nieto del antedicho.
Siendo de la misma edad
juntos jugaban los niños
y poco a poco fraguaron
una relación de amigos.
Juan siempre lo acompañó
con probidad y optimismo
en las clases de Latín,
de Música y de Humanismo.
Al ser un sirviente esclavo
no le estaba permitido
acceder a la enseñanza
ni entrar en los edificios,
permaneciendo en la puerta
y acuciando sus sentidos
para escuchar las lecciones
con entusiasmo y ahínco.
Tanta cultura adquirió
el sirviente Juan Latino,
escuchando y aprendiendo
a la sombra y con sigilo,
que paso a paso alcanzó
un saber facultativo.
Estando un día a la escucha
en la clase de Humanismo
le sorprendió un profesor
y, con fervor persuasivo,
le propuso al siervo Juan
venir a su domicilio
donde recibiera clases
que permutaran su sino
y de esclavo pasó a ser
un personaje erudito.
El pigmento de su piel
nunca fue un hecho lesivo;
su inteligencia asombrosa
se alabó con regocijo
por nobles y por plebeyos
del entorno granadino
y con su esfuerzo adquirió
un estatus genuino.
En la ciudad de Granada
fue un personaje querido
y su saber transcendió
como sello distintivo
enseñando y publicando,
siempre en idioma latino,
bienaventuradas prédicas
y celebérrimos libros.
Se casó con dama noble
con quien tuvo varios hijos
agraciados con los rasgos
tan bellos de lo mestizo;
fue respetado por todos,
profesó el cristianismo,
obteniendo por doquier
el eximio Juan Latino
reconocimiento pleno,
admiración y cariño.
Maestro de Universidad
y doctor en Humanismo
impartió sus enseñanzas
con un rigor fidedigno.
Lope de Vega y Cervantes,
con entusiasmo preciso,
honraron al humanista
que se llamó Juan Latino.
¿Es lícito ante historia
de hace más de cinco siglos
que se acuse a nuestra patria
de intransigencia o racismo?
Más bien es el paradigma
de modélico civismo:
un orgullo para España
y un ejemplo de Hispanismo.
*****
En la iglesia de Santa Ana
está enterrado «el Latino»
junto a las aguas del Darro
que, desde Valparaíso,
alegres bajan cantando
salmodias de peregrino;
mas, llegando a este lugar,
su rumbo cambia de sino
al enclaustrar en mazmorras
este memorable río
por obtusas decisiones
y tozudos desatinos.
Próximo romance: CHORROJUMO
Anteriores entregas:
II. Ángel Ganivet García (Granada, 1865 – Riga, 1899)
III. Ibn Zamrak (Granada, 1333 – 1394)
IV. Isabel de Solís, Soraya (Martos, Jaén, – ¿Sevilla? S. XV, 2ª mitad)
V. Mira de Amescua (Guadix, 1577 – 1644)
VI. Francisco Alonso (Granada, 1887 – Madrid, 1948)
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