Tomás Moreno Fernández: «Poética de los primeros filósofos griegos»

Habitual e indebidamente denominados Presocráticos (1), lo primeros filósofos griegos (“los que primero filosofaron”, en expresión de Aristóteles o los “filósofos trágicos”, como los llamaba Nietzsche) se enfrentaron a la realidad natural (Physis) con una mirada iluminada por el Logos, razón y palabra al mismo tiempo. Fueron simultáneamente físicos o fisiólogos (phisyologoi), teólogos (theologoi) y poetas (poietés (2)). Trataron de investigar y dar explicaciones lógicas al enigma de la naturaleza y de los dioses a través de la palabra y esa palabra primigenia y originaria no podía ser sino “poética”, creadora.

Tales de Mileto, Anaximandro, Anaxímenes, Parménides, Heráclito, Empédocles, Jenófanes, los atomistas etc. fueron, efectivamente, físicos porque su preocupación central fue la investigación de la Physis (Naturaleza), ofreciéndonos a través de la función poiética del Logos, de la actividad poética, distintos modelos explicativos de su principio u origen, de su constitución, y de los fenómenos naturales que en ella se manifestaban y desarrollaban. A diferencia de sus antecesores, teólogos o mitólogos (Homero, Hesíodo, Orfeo, Museo, Ferécides, Teognis, los órficos) que utilizaron el mythos para explicar los fenómenos de la realidad y los hechos naturales, haciendo intervenir a los dioses y su arbitraria voluntad como causa de los mismos, los primeros filósofos tratarán de dar razón de ellos mediante explicaciones lógicas, racionales, sin hacer referencia a entidades sobrenaturales o divinas como hacían los relatos y narraciones míticas precedentes.

En tanto que physiologoi nos ofrecieron modelos de explicación de la realidad natural que podríamos denominar cosmologías o cosmopoéticas (y no “cosmogonías”, como los mitólogoi y theologoi, que hacían intervenir a los dioses y sus historias, para explicar el origen del cosmos y de todas las cosas, les ofrecían). Poco importa para la dinámica de nuestra reflexión que para ellos el Arjé –o principio primero originario constitutivo de todas las cosas de la Physis, de donde proceden y crecen– fuera el Agua (Tales), el Ápeiron (Anaximandro), el Aire (Anaxímenes), o el Fuego (Heráclito), lo realmente importante es que a partir de un momento determinado el mundo, la totalidad de las relaciones hombres-cosas, en contraste con las cosmogonías mítico-religiosas anteriores, cambia radical y esencialmente. La filosofía surge con Tales de Mileto y los jónicos por el hecho de situarse el hombre en una perspectiva nueva ante la realidad y por dirigir su mirada a ella de una forma distinta, diferente, a como se hacía hasta ese momento. Como ha señalado con lucidez el filósofo y antropólogo J. Lorite Mena la filosofía surgió como “un efecto de paralaje: el cambio de espectáculo cambiando de espectador… “La Physis —escribe– es el fondo de donde emerge una nueva relación (de observación “naturalista”) hombres-cosas… La voluntad de las Musas, y todo el cortejo comportamental que arrastra, es substituida por una necesidad inmanente a las cosas –a cada cosa-, y la revelación es reemplazada por la observación” (3) (p. 439). Se pasa así de la función mágica de la palabra a la función semántica y con ello se produce el acta de nacimiento de la racionalidad filosófica y científica occidental.

También fueron, teólogos (aunque en su sentido crítico y desmitificador), como los designara Werner Jaeger en su obra La teología de los primeros filósofos griegos, ya que se ocuparon de cuestionar las creencias religiosas y de someter los panteones mítico-divinos al análisis del logos. Parménides y Jenófanes, por ejemplo, se mostraron críticos y adversarios de la tradición mitológica homérica. En tercer lugar fueron poetas, ya que “optaron por la configuración de sus especulaciones a través del molde poético”, como certeramente señala Vicente Cervera (4). Es un hecho que la mayoría de los primeros filósofos griegos utilizaron la forma poética como género de expresión de su pensamiento respecto de la physis y los dioses. Las obras de Parménides, Jenófanes, Empédocles e incluso Heráclito, de las que sólo conservamos fragmentos fueron, por ello, calificadas como Poemas “Sobre la Naturaleza” (“peri physeos”), y podrían pertenecer tanto a la historia de la literatura como a la de la filosofía. Es también plausible que en su origen, la distinción entre filosofía y literatura no fuese tan nítida como hoy lo es para nosotros.

Nos recuerda además el profesor Vicente Cervera cómo para un sofista como Gorgias, la poesía no era otra cosa que “un Logos que tiene métron”: palabra-idea sometida a la medida rítmico-silábica, con lo cual calificaba claramente de poetas a los filósofos que escribieron en verso sus obras (5). Aristóteles, por su parte –-a pesar de que atribuyera “el rango de poeta a Empédocles” en un diálogo anterior a su Poética, titulado Sobre los poetas— discrepaba de esa opinión, puesto que era claro que en verdad, si se exceptúa la métrica, nada de común hay entre Homero y Empédocles; y por esto con justicia se llama poeta al primero y fisiólogo más bien que poeta al segundo” (6).

Pese a esa afirmación aristotélica no cabe duda de que las creaciones de esos primeros filósofos serían formas indiscutibles de poiesis. La diferencia con respecto a los convencionalmente denominados poetas (Homero o Hesíodo) estribaría fundamentalmente en que, frente a la creación vinculada a la musicalidad y a la emoción (lírica) u orientada a la narración de sucesos (épica y dramática según sus modos específicos de creación), “la poesía filosófica se serviría de la idea y del logos(7).

Vicente Cervera Salinas, La Poesía y la idea. Fragmentos de una vieja querella, Universidad de Murcia, Mérida/Venezuela, 2007.

Entendida así la filosofía presocrática no cabe duda de que “los que primero filosofaron” tuvieron mucho de poetas, en el sentido más actual del término, según el cual el poeta opera en sus composiciones no sólo con palabras, términos, imágenes, metáforas, símbolos, o sólo con ritmo y musicalidad determinada en sus versificaciones, sino también con ideas, conceptos, proposiciones racionales, tratando de interpretar el mundo, de ofrecernos una visión enteriza y racional de la realidad y no meramente estetizante. Y es que hay múltiples modalidades de poesía: hay una poesía que canta y otra que cuenta o narra (“Canto y cuento es la poesía” …); hay poesía de nostalgias que evoca un tiempo pasado que nunca volverá (“Se canta lo que se pierde”); la hay de esperanzas visible a los ojos del cuerpo, pero existente a los del espíritu. También la hay, asimismo, que celebra la vida y la bendice como si se tratara de un lugar que debemos amar y disfrutar (a pesar del desamor, del dolor, de la muerte y del mal); la hay, en fin, metafísica que investiga e interpreta aspectos ocultos o velados de la realidad no aprehendidos por la ciencia ni por la razón positivada, que trata e investigar y des-cubrir la verdad de lo real (aletheia, “sin-ocultamiento”), des-ocultarla, des-velarla. Hay, como se ve, muchos tipos y modalidades de poesía, tantos como poetas.

Los que primero filosofaron hicieron una poesía que transformaba el mythos y sus fabulaciones o relatos imaginarios en instrumentos de conocimiento conceptual. No se pasó, pues, del mythos al logos de un salto, de una manera súbita e inmediata sin mediaciones ni solución de continuidad entre ambos, como demostrara Wilhelm Nestle, en su célebre ensayo Vom mythos zum Logos (8)… En la palabra mítica o poética se va gestando imperceptible, procesual, embrionalmente el concepto racional: la palabra que se va conceptualizando. Con Platón y sus seguidores platónicos, se irá produciendo un proceso inverso, aunque complementario: el concepto racional, la idea, se fue poetizando, formalizando poéticamente, como nos recuerda Vicente Cervera (9). Hay distintos tipos de inspiración o de posesión o “locura divina” y algunos favorables o proclives a la Poesía y a los poetas del Logos.

En efecto, en dos diálogos de su etapa doctrinal (platóníca) —sobre todo en Fedro y, en parte, en El Banquete— se afirmará la poesía, sujetándola a una determinada preceptiva, hasta convertirla en un método de conocimiento, capaz de superar el saber que comunica la técnica y de llegar a las verdades abstractas, a las sublimes Ideas. La filosofía termina tomando en su beneficio para sí misma a la poesía, haciéndose “poética de la realidad” o “de las Ideas”. De todo esto y de todos ellos tendríamos que reflexionar en sucesivos artículos constatando cómo la visión conceptual (eidos, idea) del mundo de estos primeros pensadores es inseparable del encanto y de la cobertura formal poética con la que se expresaron. Efectivamente, ellos, “los que primero filosofaron”, vivieron y existieron en el mundo “poéticamente” que es la forma como, según Hölderlin, “el hombre habita la tierra”.

BIBLIOGRAFÍA Y NOTAS

1) Decimos indebidamente porque algunos eléatas y pluralistas y casi todos los sofistas eran coetáneos de Sócrates. Sus obras, documentos, fragmentos y testimonios aparecen dispersas a través de múltiples citas, referencias, testimonios de autores posteriores griegos, helenísticos (Diógenes Laercio, Jamblico, Porfirio), latinos y cristianos (Padres apologetas). La historiografía alemana e inglesa de los siglos XIX y XX recopilaron esos escritos y testimonios en varias obras ya clásicas: Die fragmente der Vorsokratiker en alemán y griego de Diels-Krantz (1903) y G. S. Kirk y J. E. Raven Los filósofos Presocráticos. Historia crítica con selección de textos Editorial Gredos, Biblioteca Hispánica de Filosofía, Madrid, 1967.

2) Término compuesto del verbo poiein: hacer o crear y el sufijo “tes”: agente. Poeta: creador.

3) José Lorite Mena, El animal paradójico. Fundamentos de antropología filosófica, Alianza Universidad. Madrid, 1982, p. 439.

4) Vicente Cervera Salinas, La Poesía y la idea. Fragmentos de una vieja querella, Universidad de Murcia, Mérida/Venezuela, 2007.

5) Ibid., p. 78.

6) Ibid., p. 79.

7) Ibid., p. 80.

8) Cf. Wilhelm Nestle, Historia del Espíritu Griego, Ariel, Barcelona, 1987, pp. 17-25.

9) En sus primeros Diálogos más bellos y “poéticos” y en Politeia (La Republica), Platón demonizó la poesía y a los poetas. En Ion, atribuyó la” inspiración poética” a una especie de don celeste o de enthousiasmós, posesión o manía divina, algo semejante a un delirio. En Ion (534b) se dice: “es una cosa etérea, alada y sagrada el poeta, quien, por cierto, no está en condiciones de poetizar si no se encuentra antes como endiosado demente y sin inteligencia”. Desde entonces, la posteridad identifica la “inspiración divina”, propia de los poetas, con un enajenamiento irracional, dionisíaco y embriagador, opuesto al logos, a la razón. Y en República (libro X), planteará también la irracionalidad de la emoción poética y de la poesía, en cuanto tal, por mimética de la vida, imitativa de todas las conductas más reprobables del ser humano impulsadas por la parte más inferior del alma humana instintiva, pasional e irracional (epythimia). Los poetas, en consecuencia, deberían ser proscritos en Politeia (el Estado o República). Después, Platón suavizará e incluso rectificará su posición al respecto, como hemos señalado en el texto.

 

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