Entrar en su casa es viajar en el tiempo. La mera enumeración de los aparatos que el profesor universitario jubilado Miguel Giménez Yanguas ha ido guardando en su domicilio del Paseo del Salón necesitaría todas las páginas de este periódico. En la salita, patio y varias dependencias de la primera planta guarda todo tipo de objetos, desde máquinas de vapor de las antiguas azucareras hasta un centenar de teléfonos, decenas de aparatos de radio y máquinas de todo tipo.
Conforme nos la va mostrando afirma «con lo que tengo se puede hacer la historia de la telefonía y de la electrónica». No en vano ha dedicado toda su vida al estudio del patrimonio industrial de Granada, influido, sin lugar a dudas, por la profesión de su padre, ingeniero industrial, responsable de la industria azucarera, tanto en la Vega de Granada como en la provincia de Málaga. De hecho afirma que «nací en una fábrica de azúcar, concretamente en la azucarera de Torre del Mar, de la que mi padre era director. Desde pequeño he vivido en fábricas que funcionaban con la tecnología del vapor que he conocido perfectamente».
También nos cuenta que cuando desaparecieron las últimas fábricas de azúcar en la Vega de Granada, a principio de la década de los 80, creyó conveniente preservar esos ingenios, unas se pusieron aquí en Granada, otras fueron a Madrid, al Museo Nacional de Ciencia y Tecnología y dos conserva en su casa. La del patio indica que perteneció a la última fábrica de azúcar de Almuñécar, que se cerró en 1982 y otra gemela le sugirió la donasen al ayuntamiento almuñequero. La segunda que conserva perteneció a la azucarera de San Isidro que cerró también en 1982. Estamos hablando de piezas que pesan del orden de 3.000 a 5.000 kilos, por lo que muchas veces su mujer le comenta con humor que hubiese preferido fuese coleccionista de sellos. Máquinas pertenecientes a una industria ya desaparecida en Europa donde no quedaba ninguna movida con máquinas de vapor, pero que aquí perduraron hasta principios de los 80. «Era un deber preservarlas y que no fueran a la chatarra porque son bienes culturales importantes. Mi problema es que estas máquinas pasen a dominio público y que haya una institución a la que yo estoy dispuesto a donarlas», afirma.
Junto a esta conserva un arco voltaico de los antiguos tranvías eléctricos de Granada, que fueron desmontados en el año 73. «Acudo al chatarrero al que le compro a precio de chatarra una serie de elementos, desde los teléfonos de las antiguas estaciones, así como los elementos de medida de las subestaciones convertidoras de corriente alterna a continua que es la que movía a los tranvías. El chatarrero me regaló los planos originales de los tranvías de Granada», indica antes de explicarnos el proceso que ha seguido para su restauración. Entre otras curiosidades que conserva Miguel nos muestra varios teléfonos de estos tranvías granadinos, comprados en el rastro, una máquinas de coser de 1890 de cadeneta y sin canilla, densímetros, un aparato de luz de gas utilizado en Granada, un quinqué, un candil,… «Mi deseo es que todo se lo lleve una institución pública para que quede preservado y redunde en beneficio de la sociedad», insiste quien ya ha cedido en depósito aparatos para una sala del Parque de las Ciencias.
En la primera planta conserva buena parte de su colección de teléfonos, varias centrales electromecánicas de relés, distintos instrumentos científicos de válvulas, móviles, un motor eléctrico fabricado por Edison que compró en la chatarra, aparatos de radios, alambiques, tomavistas,… «A veces compro cosas que sé que no se van a exponer pero me da lástima que vaya a la basura», reitera antes de seguir ilustrándonos con la descripción de otras piezas como un osciloscopio de válvulas propiedad de la NASA que compró por 20 euros, una emisora de ejército de la II guerra mundial, aparatos de radio de galena o varios relojes de los que nos cuenta que «los compro deteriorados en el rastro de Madrid, los restauro y los utilizo como regalos de boda».
También lamenta que la Universidad haya destruido patrimonio como el Observatorio de Cartuja. «La institución científica más importante de esta ciudad que era el observatorio de Cartuja, hoy propiedad de la Universidad, se ha convertido en despachos para la sección de Musicología de la Facultad de Letras. Antes tiraron la rotativa de Patria. Antonio Gallego empezó a hacer un museo de la Ciencia con cinco salas en el museo del Colegio Máximo de Cartuja». En la última planta conserva los archivos de su abuelo, el prestigioso arquitecto Francisco Jiménez Arévalo quien diseñó la apertura de la Gran Vía y de su tío Felipe. Los fondos de ambos los define como «el archivo privado más importante» desde el punto de vista arquitectónico donde hay gran cantidad de planos, documentos originales y fotografías antiguas de Granada.