II. DE LOS RELATOS MÍTICOS A LOS PROYECTOS CIENTÍFICOS: LA TRANSGRESION DE LOS LÍMITES
En el lado de la ciencia, el desarrollo que describe R. Shattuck es más escueto, pero aun así sus análisis son igualmente sugestivos y aleccionadores sobre las consecuencias, muchas veces imprevisibles o simplemente incalculables, del peligro que lleva implícito el conocimiento científico y sus aplicaciones tecnológicas: en esta parte (capítulo VI), el autor pasa revista a diversos proyectos científicos de los inicios de la modernidad como los de Francis Bacon —uno de los pioneros de los métodos empiristas en las ciencias de la naturaleza y adalid de la ciencia experimental y del saber científico como poder sobre la naturaleza («saber es poder», era su lema) (1)— para finalizar con los desarrollados a lo largo del siglo XX y principios del XXI, como el Proyecto Manhattan de Oppenheimer en el laboratorio de Los Álamos, al que aludíamos al principio del ensayo, o el Proyecto Genoma humano de Craig Venter, presidente de la empresa Pe Celera Genomics.
Sobre este último Proyecto, sus aplicaciones técnicas e implicaciones éticas, se han escrito decenas de tesis doctorales y de ensayos y estudios científicos, entre los que podemos destacar los de Lee M. Silver, Vuelta al Edén. Más allá de la clonación en un mundo feliz; Jürgen Habermas, El futuro de la naturaleza humana. ¿Hacia una eugenesia liberal?2002, F. Fukuyama, El fin del hombre. Consecuencias de la Revolución biotecnológica; Hans Jonas, El principio de Responsabilidad, y Peter Sloterdijk, Normas para el Parque humano (2).
A lo largo de esta segunda parte de su obra, R. Shattuck analiza, en efecto, los límites de la indagación científica, a través de una serie de casos paradigmáticos sobre los que lleva a cabo lúcidas consideraciones y reflexiones éticas acerca de las consecuencias y posibilidades abiertas por la ciencia moderna en el área, sobre todo, de la genética, por el descubrimiento del ADN y de las técnicas del ADN recombinado (con la celebración de reuniones tan célebres como la de Asilomar de 1973), o los casos de eugenesia, iniciados a principios del siglo XX a partir de las ideas de Francis Galton —primo de Darwin y acuñador del término— y prolongados a lo largo de la primera parte del XX en Inglaterra, EE.UU. y Alemania, y que tuvieron su punto álgido de inhumanidad y horror con las experiencias nazis del Lebensborn («jardín de vida») de Himmler, para terminar con el examen del desarrollo de otros recentísimos proyectos como el ya aludido del Genoma Humano, cuyas consecuencias y expectativas factibles —absolutamente fascinantes y también horribles— están representadas y posibilitadas por la deriva transhumanista de la tecnociencia de nuestro tiempo. De los “nuevos peligros” derivados del extraordinario desarrollo de la IA y de la robótica, cuyas consecuencias y efectos (positivos, pero también negativos) aún no somos capaces de calibrar, apenas se les dedica en su ensayo algunas reflexiones, ya que desde el punto de vista de la prospectiva científico-técnica son mucho más recientes que los derivados de los avances bio-genéticos. Estos serían, en definitiva, las principales temáticas planteadas en esta parte de su libro.
Entre las decenas de historias que Shattuck revisa —todas muy ilustrativas de la tesis que defiende— destaca con luz propia la de Faust, el Mito fáustico, que pasó de ser un criminal condenado en la literatura del Medioevo a un criminal redimido en la obra de Goethe. La historia del erudito doctor Fausto que vende su alma al diablo para lograr poderes sobrenaturales –»sed de conocimiento y de experiencias»- se remonta a una leyenda medieval rescatada para la literatura por Christopher Marlowe (1832) y también tratada por autores como Gottold Lessing (1759), Paul Valéry (Mon Faust, 1945) y Thomas Mann (Doktor Faustus, 1947). En el cine será tratado por Murnau, René Clair, Fritz Lang y otros. Su figura inspirará a músicos como Schumann, Listz, Berlioz, Wagner, Gounod, Boito. Caso, pues, paradigmático de la «transgresión de límites y fronteras» (3). Para Shattuck «esta obra de arte marca una ruptura y es el símbolo de que a partir de ahora todo es posible y de que podemos saltarnos todos los límites». Es un arquetipo tan importante que O. Spengler categorizará en su obra La Decadencia de Occidente (1918) con la expresión espíritu fáustico la idea de destino que preside el ethos y el desarrollo de la cultura germano-cristiana occidental.
También el mito de Frankenstein —el del científico que no se responsabiliza de su creación y crea un monstruo que se rebela contra su autor— al que ya hemos aludido antes, es considerado junto a Fausto como una aportación moderna a este mitologema: el doctor Frankenstein busca la fama en un intento titánico-prometeico de crear vida humana en el laboratorio (un acto, como es sabido, restringido a la figura divina). Al conseguirlo, él mismo se condena:
“Aprende de mi -le dice a Walton- cuan peligrosa es la adquisición de conocimiento y cuánto más feliz es el hombre que cree que su ciudad natal es el mundo, que aquel que aspira a una grandeza más allá de lo que su naturaleza le permite” (4).
La dualidad del Doctor Jekyll y Mister Hyde, de R. L. Stevenson (5), sería una tercera variación del mismo mito (las dos caras, positiva y negativa, de un mismo hombre o de una misma actividad técnica humana). El libro acaba con un capítulo (VIII) dedicado La Esfinge y el Unicornio, en el que R. Shattuck continúa su indagación con la que comenzaba su libro: ¿hay cosas que no podamos o debamos saber?, para concluir que en realidad el tabú o prohibición ya se ha roto, su larga asociación a determinadas historias y casos históricos ya nos lo han demostrado: «Lo único catalogable en esta categoría [de conocimiento prohibido] serían, pues, las formas de conocimiento aun no localizadas, no nombradas, inexploradas, posiblemente inaccesibles a nosotros» (6).
De manera semejante, George Steiner no se mostrará más optimista que Shattuck al respecto. Los hombres de esta nuestra civilización científico-técnica, sostiene el pensador judío vienés, no podemos volvernos atrás, no podemos elegir los sueños del no saber:
“Como la última mujer de Barbazul, que no encontró la dramática verdad hasta que abrió todas las puertas del palacio, así el hombre occidental ha ido abriendo sucesivamente las puertas de la civilización y se halla ahora ante la última de ellas […] Abriremos, espero, la última puerta del castillo, aunque nos lleve, quizá justamente ‘porque nos lleve’, a realidades que están más allá del entendimiento y del control humano. Lo haremos —concluye George Steiner— con esa lucidez desolada que expresa maravillosamente la música de Bartok, porque abrir puertas es el merecimiento trágico de nuestra identidad” (7).
Tal vez sea ése fatalmente —y a pesar de todas las míticas admoniciones evocadas en el libro de R. Shattuck— nuestro más probable destino: nuestra gloria, pero también nuestro infierno.
BIBLIOGRAFÍA Y NOTAS
1) Francis Bacon, Nueva Atlántida, trad., introducción y notas de Emilio G. Estébanez, Mondadori, Madrid, 1988
2) Lee M. Silver, Vuelta al Edén. Más allá de la clonación en un mundo feliz, Taurus, Madrid, 1998; Jürgen Habermas, El futuro de la naturaleza humana. ¿Hacia una eugenesia liberal?, Paidós, Barcelona, 2002; F. Fukuyama, El fin del hombre. Consecuencias de la Revolución biotecnológica, Ediciones B, Barcelona, 2002; Hans Jonas, El principio de Responsabilidad, Herder, Barcelona, 2002, y Peter Sloterdijk, Normas para el Parque humano, Siruela, 2003.
3) Sobre el mito de Fausto véanse: Hans Blumenberg, Trabajo sobre el mito, Paidós, Barcelona, 2003, y Miguel Martínez López, Y seréis como dioses. Estudio sobre Christopher Marlowe y Doctor Fausto, Universidad de Granada, 1995.
4) Mary Shelley, Frankenstein, Millenium, Unidad editorial, Madrid, 1999; Pilar Vega Rodríguez, Frankesteiniana. La tragedia del hombre artificial, Tecnos, Madrid, 2002.
5) R. L. Stevenson, Dr. Jekill y Mr. Hyde, Millenium, Unidad Editorial, Madrid 1999.
6) R. Shattuck, Conocimiento prohibido, op. cit., pp. 361-402.
7) George Steiner, En el castillo de Barbazul, Punto Omega, Madrid, 1976, pp. 117-120.
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