En el oriente de Málaga
cuajada de buganvillas,
ceñida por la diadema
de las sierras granadinas,
seducida por la cal
de sus pueblos y alquerías,
desde los montes al mar
se solaza la Axarquía.
Cuentan Al-Basit y Münzer
que esta tierra ya era rica
en los tiempos más remotos,
desde que naves fenicias
fondearon en sus costas
para fundar factorías
y negociar con nativos
el trueque de mercancías;
hablan también los viajeros
de industrias de sederías
que alcanzaron gran renombre
más allá de la Axarquía.
La ciudad de Vélez Málaga,
corazón de la Axarquía,
fecundizada de luz
apasionante y cautiva,
casas tendidas al sol
de encaladuras blanquísimas
y las calles ataviadas
con geranios y glicinias,
inmersas en mil colores
para el pincel y la lírica.
Balish o Walid en árabe,
de Al-Ándalus clara insignia,
por Ibn Batuta ensalzada
y por todos distinguida.
Poco antes de que Granada
se incorporara a Castilla,
el rey Fernando el Católico
logró conquistar la villa
derrotando a El Zagal
que mil jinetes lucía
en soberbios alazanes
de la yeguada islamita.
De los tiempos nazaríes
quedan muestras de valía
descollando la Alcazaba
en su perenne vigilia.
Bajo el morisco alminar
de una encumbrada mezquita
el arte mudéjar-gótico
exorna Santa María.
En páginas del Quijote
Vélez Málaga se avista
cuando el Capitán Cautivo
arribó a la Mezquitilla
y contempló las feraces
almunias de la Axarquía.
Con arco de medio punto,
la Puerta Real se afinca
siendo el acceso de entrada
al arrabal de la villa.
Cuando la tarde decae
todas las cosas se achican
y un aleteo de biznagas
pajarea por las esquinas
desde la plaza del Carmen
a la patronal ermita.
Casa que albergó a Cervantes,
convento de las Clarisas,
el hospital de san Marcos,
san Francisco, Carmelitas,
soberbios ficus del parque,
el cerro, san Juan Bautista,
y aupado al cielo el airoso
templo de Santa María.
Jalonando Vélez Málaga
bellos nombres se enraízan:
Nerja, Almáchar, Frigiliana
río de la Miel, la Alquería,
ahítos todos de la luz
que desprende la Axarquía.
Entre pinares y olivos,
con las aguas curativas
de Baños de las Majadas
y el castillo de Zalía,
se escalona por el monte
la arcaica Alcaucín morisca.
En pétrea atalaya anclada
sobre la roca se eriza
abismada hacia el vacío
una sorprendente villa:
la inexpugnable Comares,
celador de la Axarquía
con las pandas de verdiales
de raíces campesinas
que conservan la liturgia
de unas danzas antiquísimas.
El paisaje es tan hermoso
que conmueve y maravilla:
montes sembrados de casas
con almendrales y olivas,
el valle embozado en verde,
que todo lo dulcifica
bajo una luz obstinada
de ternuras insumisas
irisando naranjales
junto a las cepas dormidas.
Fecunda tierra del Sur
la seductora Axarquía
que entre el mar y las montañas
es un manantial de vida
donde los vientos adversos
se transmutan en sonrisas.
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Comentarios
4 respuestas a «Juan José Gallego Tribaldos: «La Axarquía»»
Fantástica descripción poética de una tierra preñada de maravillas. Gracias Juan José por este deleite literario dominical.
Un abrazo.
Gracias a ti por tus palabras tan generosas. Sí, esta tierra es de una gran belleza, además de la fertilidad de sus campos, la simpatía de su gente y la benignidad del clima. Un placer visitar de vez en cuando la querida Axarquía malagueña.
Importante es la Axarquía, y también tu forma de describirla con tus magníficos versos. Me encanta tu pasion por esta zona de Andalucía.
Amigo José. Mi vinculación con esta tierra es intensa a todos los niveles. Me encanta. Un abrazo.