Nació en Jadraque Mencía,
pueblo de Guadalajara
y vivió en La Calahorra,
una villa de Granada
por las tierras del Zenete,
dolientes y abandonadas
bajo el fulgor de la nieve
que emite Sierra Nevada.
La Marquesa del Zenete,
doña Mencía de Mendoza,
nieta del Gran Cardenal,
de familia poderosa,
bella, culta e influyente
y de riqueza ostentosa
que en el siglo XVI
fue un paradigma en Europa.
En el castillo-palacio,
que Rodrigo de Mendoza
con apremio y arrogancia
levantó en La Calahorra,
vivió de niña Mencía
hasta que llegó la hora
de trasladarse a Valencia
con una premura incómoda
y fijar la residencia
en el castillo de Ayora,
donde pasó algunos años
hasta el día de su boda
que se celebró en Burgos
con alto encomio y lisonja,
pues el mismo Carlos V
asistió a la ceremonia.
Garcilaso de la Vega,
que era primo de Mencía
y a quien siempre la Mendoza
lo tuvo en muy alta estima,
también estuvo presente
en el memorable día,
provocando sensaciones
especialmente en Mencía,
quien, leyendo sus sonetos,
el corazón le latía
ya que el ínclito poeta
fue un referente en su vida.
Antes, la joven duquesa
había sido pretendida
por el mismo duque de Alba,
ante lo cual se opondría
Carlos, el Emperador,
pues la boda suponía
que los Alba y los Mendoza
unidos superarían
el profuso patrimonio
de las arcas carolingias.
Con Enrique de Nassau,
personaje que ejercía
allá en las tierras de Flandes
la autoridad exigida
por el propio Emperador,
se casó doña Mencía,
siendo ella, adolescente
y él, un viudo que cumplía
casi el triple de los años
que la Mendoza tenía.
En los palacios de Breda,
de Bruselas y Malinas,
sitos en tierras flamencas,
residió doña Mencía
entre la lluvia y la niebla,
presa de melancolía
por el recuerdo de España
y el calor de su familia.
Una década después
quedó viuda Mencía
y retornó a Valencia,
ciudad en que viviría
hasta el nuevo matrimonio,
el cual se consumaría
con Fernando de Aragón,
personaje que regía
el egregio virreinato
de las tierras levantinas,
siendo duque de Calabria,
de Borbón y Dos Sicilias,
originario de Nápoles,
cuyo reino pretendía.
El filósofo Luis Vives
fue el preceptor y la guía
que forjó la educación
de la perspicaz Mencía,
ansiosa por aprender
lo que el maestro decía,
introduciéndose así
en la arriesgada deriva
de los principios que Erasmo
con tanta unción difundía.
En su intelectual afán
la sedujo el erasmismo
con ética heterodoxa
dentro del catolicismo,
removiendo sus cimientos
al chocar con dogmatismos
que en la Santa Madre Iglesia
eran sagrados principios.
La Inquisición Española
puso en su mira a Mencía,
pero la Casa Mendoza
era de tan alta estima
que el tribunal religioso
no se atrevió a perseguirla
y nunca fue molestada
ni tan siquiera advertida.
Se dedicó en cuerpo y alma,
la culta doña Mencía,
hacendada y generosa,
a promocionar artistas
y a neófitos filósofos
que a su palacio acudían
para demandar ayuda
o apoyo academicista.
“Dama del Renacimiento”,
era como nominaban
a Mencía de Mendoza,
que en sus tiempos destacara
como noble bienhechora
de los jóvenes que ansiaban
hallar en Artes y Letras
el consuelo de sus ansias.
En el siglo XVI
esta mujer deslumbró
en España y en Europa
por su vasta formación
y el apoyo a la cultura,
la ciencia y la erudición.
Teniendo cuarenta años
doña Mencía enfermó
de hiperobesidad mórbida;
al poco tiempo murió
y junto a sus padres yace,
tal cual ella deseó,
en la ciudad de Valencia
bajo humilde panteón.
La Marquesa del Zenete,
doña Mencía de Mendoza,
fue heredera del castillo
que se alza en La Calahorra,
donde indolencia y desidia
en su interior se amodorran
demostrando el abandono
de las tierras de esta zona,
tan bellas como olvidadas
en dejadez que abochorna.
La Casa del Infantado
hoy es dueña del castillo,
patentando su apatía
como rasgo distintivo
y, por tanto, es de justicia
buscarle un empleo digno
a esta hermosa fortaleza
de un Zenete mortecino
que, a pesar de su belleza,
condenado está al olvido.
—oooOooo—

Adjunto:
Cuando el romance a Mencía
se hallaba en la redacción
del periódico Ideal
para su publicación
el domingo venidero
tal cual es la tradición,
nos asalta la noticia,
plena de satisfacción,
de que el castillo-palacio,
gracias a Diputación,
será propiedad del pueblo
en toda su dimensión,
por lo que manifestamos
nuestra felicitación
a quienes han culminado
la positiva gestión,
coordinada con acierto
desde la Administración.
Este hermoso monumento
anclado en La Calahorra
pertenecerá al pueblo
y mejorará la zona,
si la inteligencia prima
sobre cualquier maniobra
que pueda obstaculizar
la cordura y la concordia,
actitudes soberanas
ante absurdas demagogias.
La noticia nos reporta
palpitantes alegrías,
pues debe beneficiar
estas tierras granadinas
por siglos abandonadas
y siempre desatendidas,
a pesar de la belleza
de la que están investidas
con Sierra Nevada al fondo
en regia escenografía.
Ver información:
Diputación inicia la compra del castillo de La Calahorra tras 500 años en manos privadas
Próximo romance: FRAY LEOPOLDO
Anteriores entregas:
II. Ángel Ganivet García (Granada, 1865 – Riga, 1899)
III. Ibn Zamrak (Granada, 1333 – 1394)
IV. Isabel de Solís, Soraya (Martos, Jaén, – ¿Sevilla? S. XV, 2ª mitad)
V. Mira de Amescua (Guadix, 1577 – 1644)
VI. Francisco Alonso (Granada, 1887 – Madrid, 1948)
VII. Juan Latino (Cabra o Etiopía, 1518 – Granada, 1597)
VIII. Chorrojumo (Ítrabo, 1824 – Granada, 1906)
IX. San Juan de Dios (Montemor: Portugal, 1495 – Granada, 1550)
X. Boabdil (Granada, 1460 – Fez, 1533)
XI. Doña Juana I de Castilla (Toledo, 1479 – Tordesillas, 1555)
XII. Alonso Cano (Granada, 1601 – 1667)
XIII. Elena/Eleno De Céspedes (Alhama de Granada, 1545 – Yepes ¿1588?)
XIV. Hermanos fosores de Guadix (Comunidad fundada en 1953)
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