Reflexiones para el tercer milenio XVII: ¿Por qué leer a los clásicos? (6/6)

VI. EL LEGADO DE ANTÍGONA

Pocas obras de la historia de la literatura clásica han sido tan elogiadas y han ejercido tanta influencia en la posterior literatura occidental como Antígona. El reconocimiento y valor de su legado es verdaderamente impresionante. Coinciden en su más alta admiración numerosos e ilustres lectores e intérpretes de la misma desde Hofmannsthal o D’Annuncio hasta Shelley o Charles Péguy. En 1843, por ejemplo, el dramaturgo alemán Friedrich Hebbel aseguraba que Antígona era “la obra maestra de las obras maestras, con la cual no puede compararse nada de lo antiguo ni de lo moderno”. Hegel —que mostró su fascinación por la heroína en la sección v (C, a) de su Fenomenología del Espíritu, aunque sólo la nombre en ella dos veces— se refería a la tragedia considerándola una de las obras de arte más sublimes en todos los aspectos, más consumadas que el empeño humano haya jamás creado y en sus Lecciones de Historia de la Filosofía llama a la heroína «la celestial Antígona, la más notable de las figuras que haya aparecido en la tierra».

Para Hölderlin, autor de una célebre version de la tragedia, Antígona es no sólo la suprema obra de arte sino el «opus metaphysicum por excelencia». Y, finalmente, André Gide escribirá en su Diario que no se ha escrito nada más hermoso que el Prometeo de Esquilo y la Antígona de Sófocles. Valgan estas cuatro citas y valoraciones, elegidas entre varias docenas de elogiosas opiniones, para hacernos una idea de la grandeza de la obra y del reconocimiento universal del que ha gozado a lo largo de los tiempos.

De ella se han hecho innumerables versiones y su temática y protagonista han dado origen a las más diversas variaciones poéticas o dramáticas, siendo representada en los más diversos lugares del mundo tanto en Atenas como en Berlín, en Turquía como en Sudáfrica y a lo largo de todos los tiempos, interpretándose en cada uno de ellos desde un prisma epocal y ambiental específico y concreto. De ahí el significativo título de la obra de George Steiner, Antigonas, la más lúcida y penetrante interpretación de la tragedia sofoclea que se haya escrito nunca (1).

Dos portada de Antigonas de G. Steiner

En dicho ensayo, el pensador galo-austriaco lleva a cabo una minuciosa catalogación de las distintas Antígonas representadas a lo largo de la bimilenaria historia de la cultura occidental, así como un exhaustivo análisis de sus múltiples y heterogéneas variaciones, versiones e interpretaciones, desde la Antigüedad greco-latina y el Renacimiento, hasta el Barroco y la Ilustración, pasando por el Idealismo filosófico alemán y el Romanticismo, tanto alemán como inglés y francés. Las paradigmáticas obra y figura de Antígona han servido de modelo y fuente de inspiración de grandes escritores (A. Gide, M. Yourcenar, H. Böll), dramaturgos (J. Racine, J. Anouilh, B. Brecht), poetas (V. Alfieri, Matthew Arnold, Hölderlin, Goethe, W. B. Yeats, E. Pound), pensadores (Hegel, Kierkegaard, Heidegger, Lacan), músicos (Mendelssohn, Saint-Saëns, Honegger, Carl Orff, Mikos Theodorakis) de todos los tiempos y lugares así como de diversas obras maestras de la iconografía, la ópera o el ballet.

Merece la pena que nos detengamos, aunque sea brevemente, en recordar alguna de esas versiones literarias realizadas a lo largo del siglo XX, casi todas en clave política, que no desmerecen por su valor literario, moral y aleccionador de las llevadas a cabo durante los siglos anteriores, desde otros códigos hermenéuticos. Y es que el pasado siglo es especialmente apropiado para la más adecuada comprensión de la tragedia. No olvidemos que fue un siglo con largos y penosos tiempos de posguerra, en los que millones de soldados y de seres humanos quedarían sin sepultar en las ensangrentadas tierras europeas, asoladas por las dos atroces, espantosas e inclementes Guerras Mundiales.

El gran escritor francés Roman Rolland fue el primero que en su A l’Antigone eternelle de 1916, en plena guerra europea, apela a las mujeres -las madres, las hermanas, las esposas, las hijas de los muertos en combate-, las únicas que podían en esos desdichados momentos salvar a la Humanidad de las manos de los hombres, detener la matanza fratricida y llevar a cabo las debidas sepulturas: “Sed la paz viviente en medio de la Guerra, Antígona eterna que se niega a odiar y que cuando ellos sufren ya no sabe distinguir entre sus hermanos enemigos”, escribía Rolland.

Una de las múltiples adaptaciones de Antigona de J. Anouhil

En Antígona, la pieza de Jean Cocteau, representada en 1929, la joven tebana aparece como símbolo de la libertad inconformista y rebelde. Marguerite Yourcenar, en Antigone, de 1936, recordó también a la adolescente heroína griega. Pero fue, sin duda, Jean Anouhil, el gran dramaturgo francés, quien en 1944 durante la ocupación alemana estrena su Antígona en París con enorme éxito, convirtiendo así a la heroína griega, para una parte de su público, en todo un símbolo de la resistencia. Otros, por el contrario, interpretarán la obra como una especie de rehabilitación de la figura del mariscal Pétain, en la medida en que el dramaturgo pretendía explicar su actuación en el gobierno de Vichy desde una fría raison d’état, a la manera en que actuó el rey Creonte en el gobierno de Tebas.

La rebelión frente a la autoridad tiránica es también la interpretación que nos ofrece Bertold Brecht en su Antígona (1948) presentándonos una versión teatral con un comienzo intrigante, que se irá desplegando -desde su peculiar «distanciamiento»- como todo un drama de resistencia antifascista. En 1958 Rolf Hochhuth, en Die Berliner Antigone, también utiliza el modelo femenino sofocleano para una trama de rebelión política contra la opresión: Anne -la Antígona berlinesa- se siente impulsada a dar sepultura al cadáver de su hermano, ahorcado por su implicación en la conspiración contra Hitler de 1944 y destinado a la disección en uno de los departamentos de anatomía de un hospital berlinés habilitado a tal efecto. Tras una incursión aérea sobre el mismo, sus restos fueron retirados del mismo, trasladados a través del fuego y las ruinas y amorosamente sepultados. Anne, descubierta por haber enterrado a su hermano, será decapitada y su cuerpo destinado a ocupar el lugar del hermano en el mismo hospital (2).

En 1967 se llevó a cabo una versión anarco-pacifista y feminista de la obra de Sófocles, la representada en Berlín por el Living Theater de New York. Basada en los textos de Sófocles, Hölderlin y Bertold Brecht, la figura de Antígona se alza en ella valiente y decididamente contra la barbarie masculina, contra el reino viril de la guerra y de la muerte. La tesis de la obra venía a decir lo siguiente: es hora ya de que las mujeres obren e impongan una cierta vida anárquica frente a las convenciones masculinas expresadas en guerras, capitalismo y principio de realidad. Sólo unas nuevas relaciones hombre-mujer fuera del orden social tradicional, romperán el círculo infernal al que está sometida la mujer y su persistente relegación al oikos y a la imbecilitas.

Adaptación de Antigona por The living theatre

Más crítico contra el establishment político se muestra Der Herbst in Deutschland (Alemania en otoño, 1977) un film colectivo de diversos cineastas alemanes en el que se trata de denunciar el clima de represión institucional ejercido en un momento extremadamente conflictivo de la República Federal Alemana, en un momento seriamente amenazado por un inclemente terrorismo de la tristemente célebre banda Baader- Meinhof. En uno de sus episodios, un grupo de productores de televisión reflexiona sobre la pertinencia o no de emitir una versión televisiva de Antígona, en adaptación de Heinrich Böll (que interviene en el film interpretándose a sí mismo). H. Böll y su personaje se enfrentarán a los dirigentes televisivos que dudan en programar la obra. Antígona es presentada en ella como una revolucionaria radical que se opone a las instituciones de la comunidad y a la ley del Estado (alusión evidente a la terrorista Ulrique Meinhof que sería encontrada muerta en la celda de la prisión en la que se encontraba). En la parábola o versión de Böll, la protagonista encarcelada y casi literalmente sepultada en su aislada celda, encontrará trágicamente la manera de suicidarse; su amante y compañero lo hará un año después y el Estado se negará a entregar los cadáveres a sus familias.

Otra versión cinematográfica memorable fue la llevada a cabo, siete años antes, por Liliana Cavanni en I Cannibali (1970), en donde nos presenta una Antígona agresiva, participativa, liberada. Antígona hija de un «coronel» de estilo «griego» o «latino-americano», que tiraniza al país, trata de promover una insurrección popular, junto a ella está el misterioso y casi asexuado hippie que representa a Tiresias. pero Antígona está fatalmente adelantada a su tiempo. Los «milaneses» -ciudadanos de la moderna metrópolis- prefieren la seguridad del despotismo a los riesgos de la libertad (3).

Entre las últimas versiones del mito sofocleo debemos destacar la obra teatral The Island (1973), de Athol Fugard: la acción se sitúa en «Robbens Island», el particular infierno del estado policial de la Sudafrica del apartheid, donde unos prisioneros preparan el escenario para la representación de Antígona en el día de Navidad. Y, en segundo lugar, la novela de Grete Weil, Mi hermana Antígona (4), testimonio en el otoño de su vida de una mujer que ha vivido los horrores de la persecución nazi y que reflexiona sobre la emblemática figura de Antígona.

Maria Zambrano y su libro ‘La tumba de Antígona’

En España, el gran poeta catalán Salvador Espríu, Antígona (1939), el escritor vasco José Bergamín (La sangre de Antígona de 1956) y la inolvidable pensadora andaluza María Zambrano, La Tumba de Antígona (1967), se unirán a toda esa pléyade de grandes artistas, poetas y pensadores, antes evocados, sirviéndose de este mito como símbolo de la rebeldía, de la aspiración a la pureza, a la libertad y a la lucha por los derechos de la conciencia individual.

A estas tres sobresalientes aproximaciones dramáticas dedicadas a la figura de Antígona dedicó recientemente Pedro Cerezo Galán —uno de nuestros más ilustres filósofos españoles vivos y felizmente ejercientes en el panorama cultural y académico del país— su “Discurso de ingreso en la Academia de Buenas Letras de Granada”, con el título de Variaciones del mito de Antígona en la España del siglo XX: S. Espríu, J. Bergamín y M. Zambrano, en el que tras aludir a la trágica peripecia mítica de la familia de los Labácidas y específicamente a la figura de Antígona, la “doncella celeste”, como la calificara Hegel, establece una conexión entre la clásica Antígona y las citadas tres variaciones hispánicas del Mito, que surgen a lo largo del siglo XX en la literatura dramática española. Tres versiones que, analizadas con la pasión y la lucidez habitual del profesor, escritor y filósofo Pedro Cerezo, y “pese a sus diferencias, se mantienen en fidelidad a lo esencial del mito que es el conflicto con la vieja ley ancestral del terror y de la muerte” (5).

Pedro Cerezo,  académico honorario de Buenas Letras de Granada, durante la lectura de su discurso, en  junio de 2022 ::A. ARENAS

Como señaló la académica de número Sultana Wahnón, en su excelente “Discurso de Contestación”, la lección impartida en su discurso por el profesor Cerezo hace justicia –frente al olvido o desconocimiento de G. Steiner— a tres de las reescrituras españolas del mito de Antígona, tan relevantes como las coetáneas de Jean Anouilh o de Bertold Brecht, incorporándolas con todo merecimiento a la historia del Mito de Antígona e incardinando, así, a la cultura española en el general devenir de la cultura europea y universal (6).

BIBLIOGRAFÍA Y NOTAS

1) George Steiner, Antígonas. Una poética y una filosofía de la lectura, Gedisa editorial, Barcelona, 1991.

2) La sustitución del cuerpo de su hermano por el suyo propio intensifica así el tema establecido en el original griego de la sepultura conjunta, aunque en este caso no lo sea con el amado Hemón como en el caso de Antígona, sino con su propio hermano.

3) Para la presencia de este mito en el cine contemporáneo véase: Jordi Balló y Xavier Pérez, La semilla inmortal. Los argumentos universales en el cine, Anagrama, Barcelona, 1998, p. 104-114

4) Existe traducción al castellano en Seix Barral, Barcelona, 1992.

5) Pedro Cerezo Galán, Variaciones del mito de Antígona en la España del siglo XX: S. Espríu, J. Bergamín y M. Zambrano, Academia de Buenas Letras Granada MMXXII. Con la toma de conciencia del trágico relato de la figura de Antígona y de su peripecia vital nos “vienen a la memoria”, señala en su discurso el Profesor Cerezo, “los millones de muertos abandonados por los campos y cunetas en las innumerables guerras inciviles y los otros incontables enterrados vivos por discrepar del poder dominante, ya sea religioso o político”. Ningún tema podría haberse elegido de tanta e infausta actualidad como el que contiene y dramatiza el mítico relato sofocleo: la sangrienta y devastadora invasión rusa de Ucrania —-con cientos y cientos de Antígonas, muriendo injustamente y rebelándose heroicamente contra el Poder inclemente y asesino del opresor— actualiza trágicamente este mito “que ha atravesado la historia cultural de Occidente en variaciones múltiples, literarias, musicales, pictóricas, fílmicas y ha sido recreado y comentado literaria, filosófica y teológicamente”.

6) Ibid.

 

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