Capítulo X-B De los primeros televisores, las “sordás” de verano, el Día de la Virgen…
En la temprana mañana, en aguardiente, como ellos decían, se tornaba su consumición, y del fuerte fuerte, querían en su copa; que dos veces o más llenaban y bebían, rascando su garganta, nada más, romper el alba; venir el día.
Dos tercios de cerveza Alhambra, ya frescas, le puso el barman en el mostrador, recién sacadas de la tina que llena de agua fresca del pilar, tenía en la bodega. Tardó poco en llegar el frigorífico y ocupar el lugar de la tina.
Junto a los tercios, un plato con tapas, algo mejor servido y completo ya que, con la cerveza, consumición más cara, la distinguían de esa manera.
“Bueno, Rodrigo, amigo… mucha prisa tenías cuando llegaste diciendo de ir directamente al grano y mírate ahora, ya con la cerveza se te fue la bulla. Bien sabes Rodrigo, que el pasado año en la vará de verano, me fue bien contigo”.
Primeras botellas de Cervezas que se vieron en Benalúa.
“Y a mi también” – contestó el aspirante a mozo.
“Todo el día pensando estoy qué te daré este año por “La sordá de Verano”, porque cuento con que conmigo te vienes, este también, ¿verdad?”.
“Si nos entendemos hecho está”, contestó Rodrigo. “Mira”, continuó… “¿Tú sabes el por qué de mi retraso?, pues atiende, cual serán mis intenciones que, viniendo para acá, ha salido a mi encuentro Frasquillo el del cortijo, ofreciendo trato para que con él me fuera… y aquí me tienes”.
“Gracias…¡hombre!… pues pide por esa boca para toda la sordá que, como costumbre es y tú sabes bien, comienza el veinticuatro de éste, día de San Juan, hasta el final de Agosto. Si luego te pido reenganche porque la faena alargue, te pagaría el peón según marque la “Plaza”.
“Hasta aquí, de acuerdo estoy” – respondió, rubricando lo dicho con movimiento afirmativo de su cabeza, el que rivalizaba para el puesto de mozo.
“Además, como de costumbre, comida buena y abundante, todo el día; la media tarde de los sábados, de libranza, para alguna faena pendiente que se te pueda presentar… hombre… y como hay amistad y confianza, lo que se tercie se resolverá”.
“Creo que todo está hablado, ¿no?… Rodrigo”.
“Creo que sí, pero falta lo principal”.
Antonio el casi amo, ya. “Amo”, le decían los mozos contratados a aquellos a los que en verano prestaban sus servicios.
No lo hacían como acto de sumisión, ni mucho menos, era más bien una expresión que, cierto es, arrancaba de tiempos de la esclavitud pero ahora se rememoraba en forma desenfadada y cachonda o expresiva de cercanía al hombre, para el que trabajaban.
En un alarde de confianza y sabiendo que Rodrigo era hombre de palabra y muy formal, le dijo: “Rodrigo, pon tú el precio a eso “principal” que falta”.
Quitando el codo de la barra, donde lo mantenía apoyado, adoptando aspecto algo ceremonial… abriendo su mano, alarga ésta a la de Antonio, diciendo: “¡dame esa mano!” y cogidos ambos, mirándose a los ojos, y en actitud conciliadora se expresó Rodrigo y expuso:

“Mira Antonio…, no sé qué te parecerá lo que voy a decir, pero yo el pasado verano estuve bien contigo. Acabo de dar calabaza hace un rato a otro vecino y amigo, que me ofrecía puesto. Y atiéndeme…”, adoptó gesto y voz más pausada y grave.
“El año pasado por toda la sordá de verano, gané contigo y me pagaste, ochocientas cincuenta pesetas, que “pa” decir verdad, no estaba mal. Y que tu me abonaste una sobre otra. Este año, lo vamos a poner, si no lo ves tu mal…, en novecientas pesetas… y es por aquello de redondear”.
Se rieron los dos.
“¡Rodrigo!… eres mi mozo, estoy de acuerdo contigo… ¡Chócala! y así cerraron el trato, ahora faltaba la rúbrica: “¡José!… ¡atiende aquí..! pon otras dos cervezas”. La rúbrica estaba marchando.
Para el acto, ni hubo papel ni falta que hacía, ni secretario con pluma en mano, ni otro protocolo que no fuera la palabra, sellada con un apretón de manos que venía a certificar y ratificar, todo lo hablado. La nobleza del hombre y su sinceridad y buen hacer son principios básicos de todo acto entre humanos.
Novecientas pesetas eran… ¿Cuánto? en aquellos tiempos un buen salario…, ahora poco más de cinco euros son. ¡Increible!. Y con jornadas infinitas y con trabajos duros y en circunstancias difíciles. La vida nos moldea con sus imposiciones. El Amanecer Con Humo Gregorio Martín García -273- Una salvedad quería hacer Rodrigo a su contratador Antonio, antes de marchar. Le pidió que, como el pasado año, le concediera libranza el día de la Virgen, quince de Agosto, ya que con la familia saldría al campo a pasar un buen día.
Inmediatamente fue aceptada la proposición y el quince de agosto podría ir con su familia a la ribera del río en cualquier buena sombra para día de “Merienda” allí pasar con todos los miembros de la familia y algún amigo.
No se acostumbraba decir en Benalúa, aquello de “¡vamos de excursión!”. No, aquí se le conocía, a una salida de ocio al campo u otro cualquier lugar, como jornada de “merienda” o “merendica”. Según a ella asistieran personas de toda edad o sólo escolares.
Niños que durante el curso escolar disfrutaban de algún momento de estos. Por lo que se solía oír aquello de: Mañana vamos de merienda, ¿Te vienes?, o, mañana nos lleva el maestro de “Merendica”, a la era del Yesar. Lugar éste del cortijo Mancilla que, con una gran explanada que de era de trilla se usaba, para los jóvenes en sus salidas, era campo de fútbol o lugar de juegos. No muy distante del pueblo, con buenas vistas y sitio seguro.
Este día era muy esperado en aquellos tiempos en el pueblo, y desde meses antes se ponían a preparar e iban pensando como lo organizarían. Quienes y a dónde irían.
Primero se preocupaban de formar grupo, con contactos, propuestas e invitaciones, al solo objeto de que éste fuera homogéneo de gente relacionada y “apañá”.
Era objetivo primordial elegir lugar a la vera del río en lugar especialmente fresco de buena sombra dotado y si era bajo un buen nogal ribereño, tanto mejor, ya que éste presentaba buenas ramas para en ellas colocar con una buena soga, un mejor “meceor” que no era ni más ni menos que un solicitado columpio, hecho con una soga casera y que trabajo todo el día tendría.
Era tal el acopio de comida y enseres que se hacía, que se imponía la necesidad de llevar como transporte y servicio un buen borrico o mula que, aparejado y encinchado de buen serón preparado, en él se colocaba muy bien acomodados, comida, sartén y otros muchos cacharros, así como sillas y alguna hamaca, bebidas de todas clases y suficientes para la larga jornada.

Unas gruesas y hermosas sandías y melones, que nada más llegados al punto elegido o noguera del lugar. Alguien se encargaba de en el rió poner, dentro de un saco de rafia, para asegurar tales hortalizas mientras refrescaban en aquellas cristalinas y puras aguas que, además, juego, baño y bromas al grupo, prestarían.
Ya conocidos y muy buscados eran los transistores, uno colgado en una rama de la noguera el día entero sonando a toda voz. No se si sólo amenizaba o quizá también molestaba a vecinos que cerca hubiera en semejante lugar, tratando de pasar un día de asueto y tranquilidad.
Unos sólo llevaban fiambres, de todas clases, eso sí, pero especialmente pringes matanceras, buenos chorizos, exquisitas morcillas, salchichón casero de Benalúa que en ningún otro sitio se halla, y había los que paella en gran sartén preparaban, para los componentes de la “peña” o cualquier caminante o tardío invitado o “cara”, que de todo había, y que allí se arrimara.
En verdad que era un gran día, una maravillosa jornada, llena de camaradería y amistad.
Todo el río Moro en extensa longitud y, a ambas riberas, un ir y venir de gentes lo poblaban, ocupando recónditos y bonitos lugares, y disfrutando de su amistad.
Como lo era, también, dejar por un rato a los amigos bajo la sombra de aquel nogal, vociferando, cantando, meciéndose en el columpio o dormitando en el bendito suelo.
Y uno, en soledad, y silencio, pasearía de arriba a abajo y volvería de igual manera, despacio, cambiando de ribera, por toda aquella ex
tensión de río que, marcaba su camino, por la verde arboleda, de mimbres, zargatillos, álamos y fresnos. Meditando, sintiendo el roce, en los pies, de la hierba, mastranzos, berros y jaboneras, juncos y eneas. Escuchando trinos dispares de aves de mil maneras, jilgueros, palomas silvestres, gorriones, ruiseñores, abubillas y oropéndolas.
Pasear por el Cielo será cosa de tan igual manera, que los sentidos transformara y el alma elevara.
Los aromas de todas sus plantas, la humedad de la corriente fluvial, el ambiente sereno, de una tarde de verano, que nunca se olvidará, nos transporta y nos regresa relajados al lugar desde donde viene, transportado por la brisa, ese distinto aroma que, por su intensidad resalta de aquellos otros arbóreos. Una taza de buen café preparan mis amigos, buen final de tanta belleza paseada, en mi sin par camino. Faltaban aún unos pocos días para que Rodrigo comenzara la faena veraniega con Antonio, no obstante, se volvieron a encontrar, esta vez en el bar de Juan Pedro, sito en la Plaza de España. Más bien fue que Antonio buscó a Rodrigo.
Allí, en el fondo de la barra, junto con dos amigos más, estaban dando cuenta de unos “morteros” de vino.
Sí, había distintas calificaciones para distintos vasos de vino en función de su capacidad. A unos le llamaban “un chico o chiquito”, obvio el motivo, le seguía “un medio”, “un chato” y “un mortero”, otros menos exquisitos sólo decian, dirigiéndose al camarero: “¡Quillo! ponme un vaso de vino. Con ello estaba todo dicho, la carta de menús de vinos leída, el caldo elegido y la bodega aceptada”.
El Amanecer Con Humo Gregorio Martín García -277- Y todos contentos.
Llegado fue Antonio al corro que formaba Rodrigo con sus amigos y, tras saludarse con el característico saludo “ajumao”, “¡quillos! ¿como estáis?”. Enseguida uno de ellos, sin preguntar siquiera qué quería beber, se dirigió al camarero y le demando otro chato para el amigo Antonio, y no era falta de cortesía, era que se conocían y todos sabían lo que los otros bebían en cada momento.
Vivían en comunidad pequeña, que era aquel su pueblo y esas ventajas -o desventajas-, tiene.
En un momento dado de la conversación a cuatro, que se traían. Miró Antonio a Rodrigo, que lo tenía junto a su lado, posando la mano sobre su hombro, llámole la atención y le dijo: “Rodrigo, si mañana no tienes faena mejor, tienes que venirte conmigo a darle un arreglo a la era, ya sabes, tiene hierbas enmedio, de su empedrado se han salido piedras, las ponemos, y además montamos el chambao, que luego bien que te sabes cobijar en él”.
Siguió: “antes de ir a la era, nos pasamos por mi alameda con los mulos, cortamos unas ramas y unos palos para luego formar el sombrajo… ¿Qué te parece?”.
“Pues muy bien, ¿qué me va a parecer?” – contestó Rodrigo, “que mañana para allá salimos. Que luego bien que nos gusta, el porrón o la damajuana, colgarla en el sombrajo para que se mantenga con su agua fresquita. O echar esas siestas que algunas veces nos pegamos, cuando la faena nos lo permite o la carencia de aire adecuado, no nos deja aventar”.
[Continua la próxima semana]
INDICE
Prólogo, nota de autor e introducción
Capítulo I Desayunos de pueblo, teléfonos, gañanes, pastores y porqueros
Capítulo II Lluvias, nevadas, noche Santos, gachas, cerraduras y largas veladas
Capítulo III A “La quinta de hogaño”, mediciones, tallaje, coplillas y anécdotas
Capítulo III B “La quinta de hogaño”, mediciones, tallaje, coplillas y anécdotas
Capítulo III C “La quinta de hogaño”, mediciones, tallaje, coplillas y anécdotas
Capítulo IV A De sus campos, sus personajes y vecinos
Capítulo IV B De sus campos, sus personajes y vecinos
Capítulo V A De la “plaza” jornaleros, manijeros, la sierra y sus ¿trufas?
Capítulo V B De la “plaza” jornaleros, manijeros, la sierra y sus ¿trufas?
Capítulo VI A De la Alsina, la “aduana”, su paseo, Semana Santa y procesiones
Capítulo VI B De la Alsina, la “aduana”, su paseo, Semana Santa y procesiones
Capítulo VI C De la Alsina, la “aduana”, su paseo, Semana Santa y procesiones
Capítulo VI D De la Alsina, la “aduana”, su paseo, Semana Santa y procesiones
Capítulo VI E De la Alsina, la “aduana”, su paseo, Semana Santa y procesiones
Capítulo VII A Del final de campaña, almazara, “cagarraches”, día de las banderas
Capítulo VII-B Del final de la campaña, almazara, “cagarraches” y el Día las Banderas…
Capítulo VIII-A De Ben-Alúa, su nombre, sus tributos, la hortaliza, el riego
Capítulo VIII-B De Ben-Alúa, su nombre, sus tributos, la hortaliza, el riego
Capítulo VIII-C De Ben-Alúa, su nombre, sus tributos, la hortaliza, el riego
Capítulo VIII-D De Ben-Alúa, su nombre, sus tributos, la hortaliza, el riego
Capítulo IX-A De los pedimentos, desmote, el ajuar, las invitaciones, las bodas
Capítulo IX-B De los pedimentos, desmote, el ajuar, las invitaciones, las bodas
Capítulo IX-C De los pedimentos, desmote, el ajuar, las invitaciones, las bodas
Capítulo IX-D De los pedimentos, desmote, el ajuar, las invitaciones, las bodas
Capítulo X-A De los primeros televisores, las sordás, el Día de la Virgen
Capítulo X-B De los primeros televisores, las sordás, el Día de la Virgen
Capítulo X-C De los primeros televisores, las sordás, el Día de la Virgen
Capítulo X-D De los primeros televisores, las sordás, el Día de la Virgen
Capítulo XI Del sosegado otoño, “ahoyar” el pajar, rastrojeras, fiestas
Capítulo XII Del otoño dador de frutos, de ariegas, “¡arrr!”, tostaillos






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