Sí, benaluenses, tan importante persona y posible Santo, nació en ese mismo lugar y punto que indico y, creo ya se ha olvidado, en el pueblo nada se sabe.
Fue nacido en Benalúa e hijo de matrimonio “ahumao”. ¡Que grande sería poder rezar algún día, a un “ajumao”. Delante de su hornacina e inclinados ante su imagen de mártir!
Hijo de paisanos fue y familia de los aún vecinos, Mari Pérez y esposo “Rafalito”, conocido por “El de la Ramona”.
De nuestra paisana Mari, el personaje descrito era tío/bisabuelo.
Hecho histórico, interesante, trágico y dignificador de nuestro pueblo que aprovecho éste, nuestro libro, para recordarlo y que nunca más caiga en el olvido.
La organización de las fiestas continuaba. El tramo ferial, del centro de la urbe, se llenaba de puestos, barracas y chiringuitos. Allí veo como montan la caseta de churros, junto a su lado terraza de mesas, donde pasadas las doce de cada noche festera, se degustaban ruedas de churros, de chocolate espeso y caliente, acompañados.
“¿Vienen columpios? ¡Mecachis en la pena!… por no decir la verbena”. Se quejaban, unos jovenzuelos con cara de pillastres que por la plaza deambulaban, curioseando, estorbando y, a los más pequeños, incordiando…
“¡¡Mira, mira!! ya ha “venío” el tío del cartón, el tío del “Siete lo pago doble”.
De Montillana, el hombre a las fiestas venía, igual que a la de vecinos pueblos; ya de avanzada edad, recuerdo que se sentía cierta tristeza por él, pero parecía ser feliz con su negocio; tan sencillo y humilde que en el bolsillo de la chaqueta guardaba, junto con una brillantísima lata, y un dado de marfil, desgastado. Lo básico de su empresa consistía, en cualquier cartón, cortado en cuadrado igual por cada lado, de unos treinta centímetros por cada uno. Y en aquel, sucio cartón, pintados por él había dos hileras de números de regular tamaño y en medio de las dos hileras, el siete solo existía, de tamaño mucho mayor, siendo muy visible para el jugador que se metía a probar suerte.
El juego consistía en apostar a un número específico o hacerlo a pares o nones y, si más dinero ambicionaban, al solitario siete apostabas, si el desgastado dado mostraba éste, el doble de lo apostado cobrabas. Pero la empresa cotizaba bajo.

No sé qué hacía aquel pobre hombre, recorriendo pueblos en fiesta, con aquel negocio que sólo podía dar miseria.
Durante muchos años vi al Croupier, que daba lástima y compasión, por las fiestas de Benalúa de las Villas; humilde hombre, humilde juego, humilde empresa, y algún sinvergüenza (que siempre alguno hubo) que intentaba abusar de tan sencillo empresario.
Aquel año la preparación de las fiestas de Colomera marchaba bien. Eran tres fechas inmediatamente anteriores a las de nuestra villa, con buen criterio, así adoptado, para facilitar lo que la cercanía ofrecía, el traslado de columpios, tómbolas o puestos les era más fácil el cambio. Piénsese que en aquellos años representaba cierto problema el transporte, así como al coger dos fiestas vecinas las ganancias eran mayores, para los pobres y trashumantes feriantes.
En el vecino pueblo, las fiestas comenzaban el día catorce de Septiembre, por tres días seguidos, siendo el último el dieciséis que coincidía con la víspera de las nuestras que eran los días de Septiembre: dieciséis, diecisiete y dieciocho.
Por muchos años así fueron, y lo fueron por una razón. La recolección veraniega de larga duración entonces, era causada por la falta de maquinaria que al difícil y laborioso trabajo ayudara, lo que alargaba enormemente la temporada.
Es por ello que las fiestas, en anteriores años, fueron a esa fechas llevadas por los motivos expuestos. Pasados unos años y con la compra y llegada de tractores, maquinarias variopintas que ayudaban a los mozos y carreros, ya tractoristas, en sus faenas veraniegas, fueron responsables de que los días de fiesta fueran traídas y adelantadas a finales de agosto.
Aunque en esta ocasión hubo otra razón de peso para adoptar dichos acuerdos. Y fueron los emigrantes, salidos de nuestro pueblo a las Islas Baleares y distintas partes de Europa. Éstos gozaban en esas fechas de vacaciones en sus empleos de allende las tierras, de puntos lejanos de nuestro continente, y ésto ayudó con fuerza a la adopción del cambio de fechas de las fiestas patronales por parte de nuestra Corporación Municipal, lo cuál se aprobó en Pleno a propuesta de la Comisión de Fiestas.
Al pueblo se acercaban distintos parientes de vecinos y forasteros que invitaban a aquellos a los festejos. Ya iban viniendo, así como porquerillos que en las rastrojeras de verano, los cerdos llevaban a hozar, comiendo espigas y raíces y todo aquello que ante su hocico estuviera. Mozos y zagales que, prestando en los cortijos sus servicios, también se acercaban al ocio festero, con días de libranza que lograban de sus amos.
La Comisión de Fiestas andaba, como brazo de mar, formada por cinco o seis hombres de cierta honorabilidad de la comunidad Benaluense, ajustaban sus cuentas en sus postrimeros días que, visitando casas del pueblo, fincas y cortijos del municipio, iban pidiendo en efectivo o en género, algo para los gastos de las fiestas pagar.
Hacían visitas a casi todas las viviendas del pueblo, algún vecino viendo que se acercaban, se quitaba de en medio y, en el último rincón de la casa o troje vacío, se escondía y perdía de tan molesta visita que unas pesetas le venían a pedir.
Haciéndose acompañar de un par de bestias, salían a los cortijos, en ellos casi todos los vecinos cortijeros pagaban en especie, y de ahí la necesidad de llevar acémilas de carga para el transporte. Y lógico era el pago o donativo efectuado de esa manera a la Comisión de Fiestas que les visitaba, si efectivo no había, pero sí tenían los silos y cámaras repletas de granos, hortalizas y frutos, como despensa e intendencia de todo el año. Dinero no había, pero hambre no pasaban, porque ellos criaban lo que comían, y el dinero no se come.
Aunque, por desgracia, había excepciones muy lamentables, de personas sin bienes que nada tenían para mitigar su hambre.
Terminada la Comisión de Festejos Populares de postular, se dedicaban, en cuerpo y alma, a hacer que las fiestas fueran del agrado del vecindario. Organizaban, dirijían, vigilaban y ordenaban, para que todo saliera bien.
Ellos decidían qué puestos habrían de ocupar tenderetes, tómbola y columpios en los distintos espacios de las calles que hacían de recinto ferial. Siempre ayudados por el alguacil del pueblo, Sr. Eduardo Adalid, que sólo vestía de uniforme en las patronales fiestas y alguna más de guardar. Todo iba saliendo a pedir de boca, las fiestas de Colomera, mediadas ya, daban paso a las de Benalúa, que comenzaban pasado mañana. Afanosas, las mujeres se esmeraban en la limpieza de interiores y exteriores de viviendas y casas. Así el pueblo se presentaba como un sol, mostrando sus limpias casas, aunque aún en el pueblo algún que otro chamizo había y no sólo en el Barrio Alto.
Recuerdo yo aún como uno de estos chamizos había en plena calle principal y frente donde siempre estuvo el comercio de D. Miguel, apodado “Miguelillo Caliente”. Yo no entendía, ni entiendo, lo de Miguelillo, porque era un gran hombre, por su especial personalidad y por su estatura. Era muy alto.
También los hombres, cumplidores de sus deberes, dejaban rematadas faenas, arreglados problemas de animales y campos. Para que las fiestas fueran vividas con tranquilidad y sosiego. Que ningún problema asaltara el descanso.
Y todos a una preparaban vestidos, abrían armarios, y trajes, camisas y corbatas ponían disponibles, para poder lucirlos en sus Fiestas Mayores y a la altura estar de tan solemnes días.
También, la casa Consistorial hacía sus deberes con su Alcalde al frente y, contratados para el caso, ponían a varios peones a barrer y asear calles. Lo hacían bien y se emplearon a fondo, ya que algunos rincones, no alcanzados por las escobas diarias de las afanosas mujeres que sus puertas barrían.
Basura de papeles y tamos de pajas de los recientes trabajos de verano, algún resto orgánico y poco más. Terminado el barrido general, algún año regaban y baldeaban las calles, principalmente y con más esmero aquellas que habrían de ser paso de la procesión de nuestro patrón en su Solemne procesión, amén de las que componían el supuesto Recinto Ferial.
Para el baldeo cogían un gran bidón de chapa que en el molino de la Aurora “la de Carrillo” había y según avanzaba regaba la calle.
El pueblo y Villa de Benalúa, quedaba para pasarle revista. “Pera en dulce” parecía. Barberos y peinadoras (que no peluqueras), también su “agosto” hacían. Todos se aseaban y a punto ponían cuerpos y ánimos para aguantar y disfrutar, a la manera de entonces, tan excelsos acontecimientos.

No, no exagero en mi descripción. Obsérvese que ahora todo tenemos, todo nos sobra, todo tiramos. Entonces, cuando las cosas más escasas eran, más se valoraban, más se apreciaban y una pequeña e insignificante cosa, si buena y escasa era, se gozaba y disfrutaba de doble manera.
Aquella noche, esplendorosa era víspera de la Víspera. Cerraba la noche, en el pueblo se notaba un especial movimiento y ajetreo. Disfrutando al fresco de la puerta en reunión vecinal, ya era menos agradable en el septiembre, más fresquito en Los Montes pero, a pesar de ello, algunas vecinas comentaban los acontecimientos que habían de venir.
Proyectaban planes, hacían cábalas y, también a veces, rajaban y cortaban algún traje a alguien. Para que lo “luciera” con motivo de las fiestas.
El frío las echó, no sin antes preguntarse si habían conseguido arreglar el vestido que se pondría para la solemne misa y procesión de San Sebastián.
Se dieron las buenas noches y se marcharon a dormir. El hijo menor de una de ellas, ya acostado, pero no durmiendo, estaba algo excitado desde que unas horas antes y en plan heraldo anunciador de acontecimientos, el cohetero que terminaba de confeccionar el castillo de fuegos de artificio, se asomo a la puerta de lo que por unos días fue su taller, el Portalillo y, poniéndose detrás de la célebre baranda de hierro, existente en dicho lugar y en plan de conquistador que a ganar entusiasmos marcha; con una brazada de cohetes bajo su brazo, comenzó a dispararlos, dándoles fuego con una pequeña mecha prendida.
Al estallar, ya en la avanzada tarde, iluminaba todos los entornos a cada crujido que el cohete daba. Sus alentadores estampidos, llenaron confines de calles y terrenos de los alrededores. Levantando ánimos, despertando las ganas de ocio y molestando a los canes del pueblo que, a coro, se pusieron a ladrar.
– “Mamá” preguntó el chaval de la vecina que tomaba el fresco, “¿es mañana cuando vienen los músicos?”.
– “Sí, hijo mañana a primera hora de la mañana. Tu duerme tranquilo que yo te despierto, para que a recibirlos vayas”, dándole un beso, salió y cerró la puerta.
A pesar de ser fiesta ya. Al primer día le decían “la Víspera”, ya que predecía al día “Gordo” (así le nombraban al principal que era el segundo, penúltimo y epicentro de los actos más señalados).
Las calles estaban semidesiertas, tan sólo pasaron varias personas ya entradas en años, alguno llevaba su escardilla al hombro, paso ligero y chaqueta embutida, reservándose del fresco de la mañana. Otro, a lomos de su borrico con un gran cerón y sendas canastas a ambos lados. Detrás del jumento le seguía un vecino que el mismo destino llevaba, juntos hacían el camino y hablaban de las fiestas del Santo. Éste llevaba un azadón, sobre su hombro derecho y, al ser preguntado, contéstole al interrogador:
– “Llevo el azadón a la vega, porque el año pasado corté una chopera, y ya estoy cansado de estorbo, voy a ver si arranco la patilla del árbol, que trabajo me dará ya que es un gran ceporro”. El resto, sendas distintas seguían pero a similares labores se dirigen: regar la huerta y, ya de camino, recoger hortalizas para la familia alimentar los días de ocio y de juerga.
Extrañado de la soledad de las calles del pueblo en aquellas tempranas horas de día tan maravilloso, con un espléndido sol, coronando el Morrón y estrellando sus rayos en las fértiles solanas del pueblo: La Cará y el Monzón, las huertas junto al río, el barranco de El Sotillo, El Yesal, El Borbotón y El Cortijillo, mandando también sus rayos, allá arriba, al lugar y sitio del Santuario, cortijo que muy pronto sería construido en el espacio que ahora ocupa. Edificado fue en postreros años y asomado a la campiña desde su real sitio, parece vigía de Benalúa y sus entornos…
[Continua la próxima semana]
ÍNDICE
Prólogo, nota de autor e introducción
Capítulo I Desayunos de pueblo, teléfonos, gañanes, pastores y porqueros
Capítulo II Lluvias, nevadas, noche Santos, gachas, cerraduras y largas veladas
Capítulo III A “La quinta de hogaño”, mediciones, tallaje, coplillas y anécdotas
Capítulo III B “La quinta de hogaño”, mediciones, tallaje, coplillas y anécdotas
Capítulo III C “La quinta de hogaño”, mediciones, tallaje, coplillas y anécdotas
Capítulo IV A De sus campos, sus personajes y vecinos
Capítulo IV B De sus campos, sus personajes y vecinos
Capítulo V A De la “plaza” jornaleros, manijeros, la sierra y sus ¿trufas?
Capítulo V B De la “plaza” jornaleros, manijeros, la sierra y sus ¿trufas?
Capítulo VI A De la Alsina, la “aduana”, su paseo, Semana Santa y procesiones
Capítulo VI B De la Alsina, la “aduana”, su paseo, Semana Santa y procesiones
Capítulo VI C De la Alsina, la “aduana”, su paseo, Semana Santa y procesiones
Capítulo VI D De la Alsina, la “aduana”, su paseo, Semana Santa y procesiones
Capítulo VI E De la Alsina, la “aduana”, su paseo, Semana Santa y procesiones
Capítulo VII A Del final de campaña, almazara, “cagarraches”, día de las banderas
Capítulo VII-B Del final de la campaña, almazara, “cagarraches” y el Día las Banderas…
Capítulo VIII-A De Ben-Alúa, su nombre, sus tributos, la hortaliza, el riego
Capítulo VIII-B De Ben-Alúa, su nombre, sus tributos, la hortaliza, el riego
Capítulo VIII-C De Ben-Alúa, su nombre, sus tributos, la hortaliza, el riego
Capítulo VIII-D De Ben-Alúa, su nombre, sus tributos, la hortaliza, el riego
Capítulo IX-A De los pedimentos, desmote, el ajuar, las invitaciones, las bodas
Capítulo IX-B De los pedimentos, desmote, el ajuar, las invitaciones, las bodas
Capítulo IX-C De los pedimentos, desmote, el ajuar, las invitaciones, las bodas
Capítulo IX-D De los pedimentos, desmote, el ajuar, las invitaciones, las bodas
Capítulo X-A De los primeros televisores, las sordás, el Día de la Virgen
Capítulo X-B De los primeros televisores, las sordás, el Día de la Virgen
Capítulo X-C De los primeros televisores, las sordás, el Día de la Virgen
Capítulo X-D De los primeros televisores, las sordás, el Día de la Virgen
Capítulo XI-A Del sosegado otoño, “ahoyar” el pajar, rastrojeras, fiestas
Capítulo XI-B Del sosegado otoño, “ahoyar” el pajar, rastrojeras, fiestas
Capítulo XI-C Del sosegado otoño, “ahoyar” el pajar, rastrojeras, fiestas
Capítulo XI-D Del sosegado otoño, “ahoyar” el pajar, rastrojeras, fiestas
Capítulo XII Del otoño dador de frutos, de ariegas, “¡arrr!”, tostaillos






Deja una respuesta