Y eso que pensábamos que sabíamos todo de él. Al menos dos veces al año se viene publicando algún artículo sobre él desde tiempos de Patria (el periódico granadino, que tenía su sede en la calle Oficios, desapareció en 1983).
Después a él, se le ocurrió lo de “el novio de la Tarasca” y le ofreció el titular a algún periodista. Y de esa manera hemos simplificado su retrato, Enrique Cabrera, novio de la Tarasca.
Y con ese espíritu, el de que ya era un granadino conocido, vinimos al Zaidín, donde mora, desde que abandonará su preciado Albaicín.
Al oírlo, hemos descubierto a Enrique Cabrera Heredia. Y se nos han amontonado las ideas, las tramas, los anhelos espirituales y/o de igualdad social de este granadino que se define asimismo como creador artesano. Y, ahora, tenemos mucha prisa por compartir lo que hemos descubierto sobre él.
Enrique Cabrera es maestro tipógrafo, restaurador de papel, escultor y organizador de eventos festivos tradicionales en la calle, es decir, escenógrafo en movimiento.
Desde que comenzamos esta colección de retratos hemos sentido un profundo respeto por el personaje. Conocemos nuestra responsabilidad. Y en este sentido obedecemos el deseo de Enrique de retratarlo como un coleccionista de personajes granadinos. Y nosotros estamos encantados de que sea así. Porque su colección es auténtica. Se trata de una exposición permanente en su memoria, en sus recuerdos. La ha ido montando a lo largo de su ciclo vital. Y está formada por aquellas personas que más le han influenciado, las que más le han impactado, las que le han llevado a ser como es.
Así lo haremos, Enrique.
Gracias por dejarnos mostrar tu particular galería de personajes.
Las hay de carne y hueso. Pero también de cartón y engrudo.
Los hay gigantes de corazón. Los hay cabezudos de carne y hueso.
El primer personaje que aparece en la galería es el de Francisca Heredia Ramos. Porque le dió su apellido. Que no se olvide a nadie. Él es Enrique Cabrera Heredia. Que para eso, Francisca le vino a nacer en el barrio de la pescadería, cerca de la plaza de la Trinidad. Ocupa un lugar de honor porque ha sido su referente, su guía. De ella aprendió el concepto de solidaridad y el anhelo por la justicia social.
Cuando la familia se trasladó a la calle Horno del Vidrio, junto al Paseo de los Tristes, Enrique comenzó a estudiar en la Casa Madre de la Cuesta del Chapiz. Allí conoció la obra del segundo de los elegidos, el Padre Manjón. En la caracterización de este personaje, Enrique se crece. Cada palabra que pronuncia, cada gesto que realiza, se vuelve loa …a la pedagogía tan propia de D. Andrés, que era todo figurativo… Estamos convencidos que hemos sido testigos de un momento mágico porque en eso se tornan, a veces, los recuerdos.
Entreabre los párpados…los patios, las clases, la iglesia, los campos de deportes…todo estaba orientado a la Alhambra y a los bosques del río Darro. Conozco la geografía de España… por el gran mapa esculpido en el suelo. Las elevaciones para el relieve. Los surcos para los ríos. Cuando comenzaba la clase, se llenaban de agua y los ríos Miño, Duero, Tajo cobraban vida. – Lo tengo aquí- señalándose la frente – lo tengo aquí, repite-.
La pedagogía de Don Andrés, que también dibujaba las figuras geométricas, la flora, la fauna… era muy eficaz, muy de imagen, muy gráfica. Me basta con cerrar los ojos para visualizar.
Y miren por dónde, se nos ocurre, que su interés por lo gráfico, le viene de esta enseñanza.
Ahora, descansa un poco.
Se nota que ha realizado un esfuerzo. Es lo que tiene la nostalgia.
La siguiente figura en esta exposición es la de José Miguel Castillo Higueras.
En esta evocación hay algo de reivindicación.
Enrique recuerda al artista, al concejal, al profesor de dibujo pero, y por encima de todas las cosas, al gestor cultural de la ciudad de Granada.
No recuerda lo que Castillo Higuera hizo por él, sino lo que hizo por Granada.
Los protocolos de las fiestas granadinas llevan su firma.
El artista, sobrevenido en responsable político municipal reconstruyó una estética en los años que había tanto que reconstruir. Lo importante para él era la cultura y la proyección de la ciudad.
Castillo Higueras y la cabalgata de Reyes Magos
Castillo Higueras y el día de la Toma
Castillo Higueras y san Cecilio
Castillo Higueras y el Corpus
Enrique ¿y el día de la Cruz? No. Ahí no intervino. Las cruces eran celebraciones vecinales pero no institucionales. Los vecinos pedían el chavico para la santa Cruz. Se comía, se bebía. Se velaba. Castillo Higueras dejó que esa tradición fluyera genuina y granaína.
Granada se lo debe. Granada te lo debe, José Miguel Castillo Higueras.
No quiere que olvidemos que Castillo Higueras, que estudió Arquitectura técnica en Sevilla, recuperó parte del patrimonio granadino… el primer encargo que recibí de él. La restauración de los planos topográficos de Granada. La plataforma de Vico, el plano de Dalmau, el de Contreras…
Es deseo de Enrique hablar de sus personajes antes que de él mismo (Y es por ello que hemos dejado de contar que estudió tipografía en el Ave María, que continuó en la Escuela de maestría industrial en lo que hoy es el Hermenegildo Lanz y, que dejó inacabada la carrera de Ingeniería Gráfica que comenzara en los Salesianos de Sarriá. Y que en ese aprendizaje se le abrió el conocimiento del cartón, de los engrudos, del papel como material pictórico, ornamental y escultórico).
El segundo encargo que el concejal le hizo ya forma parte de la historia de Granada. Le convirtió en cuidador y organizador de dos de los cortejos cívicos más auténticamente granadinos.
Así, que en esta su exposición permanente y única, junto al político, tiene que estar la Tarasca y su cortejo.
A ver, el origen de la Tarasca no es exclusivamente granadino. Forma parte de la tradición mediterránea y judeocristiana. Enrique, que es un hombre culto, conoce la tradición. Desde tiempos de Isabel y Fernando. Pero, y que nos perdonen los que no estén de acuerdo, la Tarasca actual, renace a partir de 1883. Es entonces, cuando los comerciantes granadinos y para estimular las ventas, se empeñan en la revitalización de este evento. Las connotaciones, a partir de ese momento, no son religiosas, ni morales. Solo comerciales. Se saca en procesión a una maniquí con las últimas novedades en moda (Enrique hace suyas las tesis que defiende Juan José Montijano Ruiz en su estudio “Yo soy, la Tarasca”).
En los cerca de 40 años que Enrique la ha cuidado, reconstruido, maquillado, protegió y amado, la Tarasca se ha mostrado públicamente luciendo un modelo diferente.
En una ceremonia mistérica, cada martes anterior al Jueves de Corpus, se procede a retirarle el envoltorio que la cubre durante el año anterior. Y todos, ella la primera, expectantes por conocer el nuevo diseño, la peluca, el maquillaje ¿Habrase visto su suerte? Ya de madrugada, se procede a subirla en el dragón. Y cada miércoles, que publicita al día grande de la fiesta, las puertas de la Casa consistorial se abren y comienzan a llegar los granadinos y granadinas curiosos conscientes de ser los primeros en fotografiar y testificar el aspecto de la Tarasca. La pregunta más repetida ¿Cómo va la Tarasca este año? Se resuelve y se propaga velozmente gracias a las redes sociales.
Ya solo le queda salir a la calle.
La Tarasca nunca está sola.
En la colección particular de Enrique, tampoco.
Siempre está acompañada por los Gigantes.
Abren el cortejo.
Pero, ¡qué bonito pronuncia Enrique cada una de las letras del nombre de sus majestades, Doña Isabel y don Fernando, los primeros reyes católicos de Granada y los últimos de la dinastía nazarí, Mohamed XI y Morayma, la hija de Aliatar, el Emir de Loja!
Y por los cabezudos.
Él, que se define como creador artesano. Él, que conoció la técnica de los gigantes y cabezudos en el barrio gótico de Barcelona creando moldes de escayola – no como los Ninots de Valencia, no como los cabezudos de Zaragoza. La diferencia es el modelado de barro. Que cuando salga el cabezudo sea identificable– ha creado a Paniolla (1990), a Chorrohumo (1991), a Bilorio (1992), al Payaso (1993), a Don Quijote y a Sancho (2005).
No se confundan. Enrique es profundamente espiritual y con una profunda conciencia social. Tiene debilidad por los “perdedores”. Quiso crearlos porque forman parte de otra historia de Granada que no está reflejada en ningún sitio. Son personajes irrepetibles y es su forma particular de rendirles homenaje y de que sus vidas no caigan en el olvido.
Esta particular galería que venimos conociendo, acoge también, claro está, a otros miembros de la realeza, a sus Majestades los Reyes Magos de Oriente.
Claro que sí. Durante cerca de cuatro décadas, Enrique ha sido el responsable de la escenografía de la Cabalgata de Reyes de Magos ¡Cuánta responsabilidad! De él depende, no sólo “el prestigio” de nuestra ciudad, sino la ilusión de mucha gente menuda. Y no tan menuda. Hay que tener dotes organizativas y artísticas fuera de serie para poner en marcha esta comitiva y que el espectáculo, una vez en la calle, tenga sentido. Lo recordamos en el foso de la Plaza de Toros. Gesticulando, ordenando, tomando decisiones de último momento.
Nosotros vamos a incorporar una nueva figura en esta exposición, la de un artista granadino. Enrique, hijo de Luis Cabrera Vergara, de Almúñecar – que fuera huérfano de La Desbandá- y de Francisca Heredia Ramos, de Granada por sus 40 años dedicado a crear eventos para Granada.
¡Nos has hecho tan dichosos!
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